Al otro lado
de la ventana, la noche se muere de frío. Refulgen en la negra soledad del
cielo miles de estrellas de hielo… y no hay más testigos que dos corazones
abrazados por la incandescencia del amor tantas veces soñado, dos almas rotas
que cosen a besos las heridas del pasado.
Cuerpos
desnudos, dos, que se han hecho uno luchando contra el cruel destino que aún
los separa; blancos del inagotable deseo, dos cuerpos que navegan en un mar de
caricias, naufragando bajo una tormenta de placer que pinta eterna; cuerpos desnudos,
dos, que entre gemidos se rompen en mil pedazos, abandonados con locura al
seísmo de la pasión sin límites.
Y mueren, van
muriendo las horas de la madrugada en nuestros brazos, sin otra cosa que hacer
que alumbrar con su tenue luz un amor que vivía en la penumbra del olvido. El
tiempo, que antes puso tierra de por medio en nuestras vidas, se detiene ahora en la
noche de los amantes, sin querer perderse ni un segundo de lo que pudo ser y,
por fin, es; contando hasta el infinito los momentos que quedan por gozar.
En un cerrar
y abrir de ojos, otro día entra por mi ventana, sin avisar, sin remedio.
Crepitante todavía en mi piel el éxtasis del amor tantas veces alcanzado, los
primeros rayos del sol me encuentran solo entre las sábanas, con una sonrisa de
placer y una mueca de fastidio, sin tu espalda desnuda contra mi huérfano
pecho, solo de nuevo…
La cruda noche
me ha mostrado que en tus labios no hay besos al alba. Ayy, tus besos!!! Tus
besos de siempre, besos que no ven el amanecer desde el mirador de mi resignada
boca; besos que son solo sueños, que llenan mis gélidos labios cada solitaria
madrugada, besos que dicen mi nombre entre susurros… tus besos.
1 comentario:
Besos de amanecer que se enredan en el atardecer para seguir saboreando besos de anochecer....
En el mágico túnel del anochecer,
las caricias discurren exploradoras,
las lascivas manos codician poseer,
desdoblándose en alas cautivadoras.
Consumados los deseos del ayer
en una pira de libídine ardorosa,
perfumo con mi esencia de mujer
cada poro de tu piel esponjosa.
Ataviada por besos del amanecer,
calada por las miradas de tu boca,
despierto entre racimos de querer
florecidos en la madrugada loca.
A vera de tu juncal y hercúleo ser
mi cuerpecito de náyade reposa,
remiendo una cremallera de placer
con filamentos de ósculos de rosa.
Besos de alborada para complacer
cada solitaria noche desalentadora
pretenciosa de querer enloquecer
a tu prodigiosa pluma trovadora.
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