Cuando se abrazan el día y la noche saltan los versos por
los aires…. y al caer dejan un reguero de rimas en mi alma en blanco. Versos,
versos de amor, de un amor imposible que cada atardecer emerge de la nada, como
si ayer nada hubiera pasado, como si el pasado no supiese nada de mis heridas y
de tus besos en otros labios.
Cae el día rendido en brazos de la noche y mi corazón se
estremece con los primeros destellos de la oscuridad, sabiendo que el ocaso se
ha adueñado de nuestras vidas, deseando que tu amor llene mis sueños otra fría
madrugada más.
En silencio, todo en silencio, cierro mis ojos para verte de
nuevo y se abren mis labios esperando la llegada de los tuyos, en ese beso
miles de veces imaginado, húmedo ósculo que me quema por dentro, pasión de
fruta fresca en tu pequeña boca, lenguas exhaustas que se hacen agua derretidas
por el brutal deseo…. amor, amor de mis sueños.
Son tus besos pájaros nocturnos y mis labios, arqueros desarmados
que abren a la nada sus manos vacías. Y, como tu amor, vuelan fuera de mi
alcance hasta que el alba ilumina cruel su ausencia, mostrándome otro día de mi
vida lejos de tus brazos, dejándome a merced de una realidad en la que nunca
estás.
La noche y el día apenas si se cruzan una mirada cada
amanecer, sabedores de su amor imposible, como la luna y el sol maldicen el
infortunio de su idilio, como el cielo y la mar quieren ser uno allá en la
confusión del horizonte, como tú y yo…. la noche y el día.
En el albor de la noche, mis versos visitan a tu prosa diurna...
ResponderEliminarAl aldabonazo de tu noche yerta
recala el sortilegio de mi aurora
libando tus sajaduras despiertas
acaecidas de pasiones evocadoras.
Azagayas de mi mirada diserta
encañonan tu boca provocadora
despojando tu pretensión descubierta
aflorada de la avidez exploradora.
Caricias noctívagas lamen mi cubierta
serpentean lúbricas y agasajadoras
olisqueando la fragancia inserta
dimanada de mi piel cautivadora.
Besos confitados en mi boca experta
peregrinan a la eclosión de tu alborada
abrevando la incertidumbre abierta
prisionera de la ausencia asoladora.
Mertxe