
Lejanas, muy lejanas, casi imperceptibles, así llegan hasta mí tus palabras. Eco de tiempos pasados, quizá mejores, apenas si reconozco tu voz rota y desgarrada entre el mundanal ruido que de tus odas al sol y mis cantos a la luna me tiene aislado. Y aunque quiera hacer oídos sordos, tu onda expansiva surca los mares del silencio hasta alcanzarme, de lleno. Otra vez suenan, suenan los tambores del desamor que golpea tu alma despechada mientras se ahoga en sus propias lágrimas, sin nada que yo pueda hacer, sin nada que yo quiera hacer.
Me he puesto en pie. No te lo he dicho. Abandonada la cuneta de los lamentos donde yacía mi corazón caído, sin mirar atrás, mis pasos se hunden de nuevo en la polvorienta senda de la vida, sin saber qué les espera, haciendo camino al andar, sin esperarte. Y nada me detiene, ni la frialdad de las noches solitarias ni el fuego abrasador que un día me juraste. Sí, es verdad. He dejado atrás la encrucijada de las dudas y, espoleado por los vientos del amor, mis manos corren vertiginosas a acariciar otras manos y de mis labios hacia otros labios vuelan los besos.
He abierto de nuevo mis ojos y, ciegos del fulgor de los tuyos como estaban, por una diminuta rendija ven renacer una luz de esperanza. El insaciable olvido se ha tragado las imágenes de nuestro pasado. Y de la voracidad del paso del tiempo dan cuenta hasta los sueños que, fantasiosos como sólo son ellos, revelaban fotografías imposibles en la melancolía de las madrugadas sin ti. Ahora, borrados para siempre por la desmemoria, los sueños vagan como fantasmas en el reino de las pesadillas, sin nadie que quiera soñarlos.
De cerca, muy de cerca, leo cada día el libro de mi nueva vida. Superado el vértigo del papel en blanco, liberados los versos que de ti fueron rehenes, mis palabras vuelven a llenar las hojas sin miedo a la libertad, sabiendo que tienen otra historia que escribir, deseando llegar hasta el final para deleitarse con su lectura. Pero a veces vuelvo atrás la mirada para comprobar si tus recuerdos asoman entre los amarillentos capítulos del pasado. Y veo flores entre las páginas de nuestra leyenda nunca vivida, flores secas.
La foto que ilustra el relato la he tomado de la galería de Tammy Wright en Flickr.