domingo, 30 de septiembre de 2018

Sientes



Tu corazón se ha roto, late entrecortado como el suave sollozo de un recién nacido y gime a escondidas en la noche para que nadie lo escuche, para no perturbar el silencio de amor en el que te has condenado a vivir…. tu silencio.

Era tu vida un sinvivir amable y resignado, una dulce y tranquila agonía hacia un final esperado lejos de la zozobrante pasión, un camino de rosas inoloras, una rutina alterada sólo por el amor soñado, por recuerdos inánimes, por imágenes pasadas que en tu cabeza iban pintadas en blanco y negro.

Pero hoy tu corazón vuelve a latir….  y vive todo el día apretado en un puño, dejándose llevar por un mar de nervios, sintiendo a mil por hora cada vez que llega una señal, añorando un abrazo que calme esta inesperada ansiedad, deseando que unos besos de amor partan de tus labios…. a los míos.

Lo que sientes es lo que siempre quisiste sentir…. mariposas revoloteando en tu estómago cada vez que invado tu móvil, escalofríos cuando lees en mis versos que el amor eres tú, lágrimas que huyen de tus pupilas de esperanza cuando ven que tu sueño tantas veces soñado en las noches solitarias no es ya una quimera, un mar de deseo en el que tu cuerpo anhela estremecerse sellado al mío.

Y a mi recitar responden tus lágrimas como si fuesen estrellas que tu corazón salpica, como si fuesen diminutos haces de luz que alumbran mi alma rendida y enamorada....

A mis palabras de amor contestas con la emoción del verbo mudo, dejando escapar apenas un suspiro infinito que bien vale toda una vida....

Ante mis atrevidos versos declamados se apocan tus verdes ojos, haciéndose pequeños para brillar con más fuerza, clavándose en el verde de los míos como puñales cargados de ternura, desprendiendo en tu hermoso sollozo la miel que me sedujo aquella noche, la última noche....

La imagen corresponde a la escultura 'Mariposas', del escultor Manolo Valdés y está tomada en Valencia.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Luz de corazón



Adormecidas por el sopor del tibio atardecer, se mecen las góndolas abandonadas a sus sueños, acompasado su leve tintineo por un melancólico fado que trae la brisa del  mar, llevando la paz a las aguas del canal que antes se rompían a su paso, dejando sin sentido las fotos de los últimos visitantes, hipnotizando los tristes ojos que en ellas he embarcado.

La noche ya lo cubre todo con su manto de estrellas, luces titilantes que iluminan otro ocaso de verano y que, sin más compañía que mi penosa sombra, me reconfortan como si fuesen unos cálidos abrazos. Y en el silencio de la penumbra me llega inesperada tu dulce voz jamás oída, rasgando el corazón de la madrugada en mil pedazos, haciendo prisionero el mío hasta que rompa el último alba.

Suenan tus palabras…. y se ilumina el cielo. Y las estrellas, atónitas, se apagan para contemplar tus destellos, y la luna se hace a un lado muerta de envidia, y mi alma rota por fin cobra vida, y mi pecho explota al compás de tus latidos.

Llega a mí tu música como agua en el desierto… como un beso que hoya unos labios para el amor olvidados, como una mano tendida que aparece cuando la vida sólo conduce al precipicio, como una mirada de miel que sana la mía por las lágrimas de la amargura ahogada, como una luz de corazón que alumbra esa senda inexplorada que lleva a mi destino, un corazón que todo lo ilumina sin pedir nada.  

Y no puedo dejar de imaginar tu hermosa sonrisa nunca vista que ya se ha tatuado en mi rostro. Y sólo quiero estar en tus sueños porque tú ya moras para siempre en los míos. ¿Y cómo no enamorarme de ti si mi corazón me susurra que el amor eres tú? Sí, el amor eres tú…. aunque a veces creas que ya ha pasado de largo, aunque te paralice el temor a amar de nuevo.

Algún día podría contarte…. que los días se me hacen eternos esperando tus mensajes, que mis noches son un castigo a merced de la fría soledad, que la vida no es vida si tú no estás y, por qué no, que también anhelo encender cada día la luz de tu corazón. Pero eso es otra historia que tal vez nunca cuenten mis versos.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Una noche de verano


La única forma de poder dormir aquella noche era encima de la cama y con las ventanas abiertas de par en par. Boca arriba y con el torso desnudo, él sintió con alivio cómo una pequeña ráfaga de aire se arremolinaba alrededor de sus pies. La habitación dormitaba en la penumbra, únicamente perturbada por los reflejos de las luces de neón que penetraban por el ventanal. El riguroso calor estival le mantenía despierto cuando la madrugada rompía las primeras horas. 

Ella también yacía encima del lecho, sin más ropa que un camisón de seda que lo justo acertaba a cubrir sus exuberantes formas. Tampoco era capaz de conciliar el sueño y, por un momento, vio cómo sus delgadas manos cedían ante la tentación de recorrer arriba y abajo el musculoso paisaje humano que tenía ante sus ojos. Sucumbir ante esa piel tersa y brillante no era un desafío muy fuerte. 

También por un laberinto de curvas trataba él de hacerse camino. Sus dedos se habían convertido en exploradores que lo escrutaban todo, viajando desde los más recónditos valles hasta las dos cumbres puntiagudas situadas al norte de su orografía. Las gotas de sudor que afloraban en el cuerpo de su compañera facilitaban sobremanera el ir y venir de su tacto que, por momentos, se volvía loco. No había forma de parar. Ya era demasiado tarde. 

Horas después, el alba le sorprendió abrazada a la almohada, en la soledad de siempre. El parte radiofónico de las 8 le hizo ver a él también que todo había sido un sueño, el sueño de una noche de verano.