Suena de nuevo un violín triste en mis solitarias
madrugadas… el amor estrangulado entre
sus cuerdas que ya tocan a fin, mi corazón roto por su frío y afilado arco que
hurga una y otra vez en mis heridas, y la música baña mi alma en un mar de
quejidos sin más eco que mi propio silencio.
Cuando el amor se va llega la nada… y lo cubre todo con su infinito
manto de soledad tejido. Y vacía de sentido la vida que antes lo llenaba todo,
y esconde para siempre esa sonrisa que me cautivó como a un esclavo, y no deja
al alcance de mis ojos sino un desierto poblado de los fantasmas de amores
pasados.
Cuando todo es nada el amor no es ni siquiera un recuerdo… y
la sonrisa de mis ojos se apaga entre la negritud de la noche, y mi corazón
deja de vivir huérfano de tus latidos cercanos, y mi piel ni siente ni padece,
y mi pasión no es sino una leyenda nunca a nadie contada.
Tañe y tañe el violín en mi infinito viaje a la tristeza,
donde el amor y la nada son almas gemelas, donde tus ojos se cerraron a los
míos en un abrazo de mentira, donde mis palabras negaron las tuyas en un diálogo
abocado a la muerte.
Y los versos vuelan ligeros entre mis dedos… sabiendo que no
van a ninguna parte, volviendo a la luz cuando el día es noche en mi corazón,
llenando mi papel en blanco de su negro presente, jugando a vivir pese a que han
escrito que el amor es la nada.