jueves, 7 de julio de 2011

Un momento en Pamplona






















Hay un momento en Pamplona, el sol de julio en lo más alto, en el que las preocupaciones, por graves que sean, desaparecen y echan raíces en un lugar inaccesible como el olvido. Y hasta quien más sufre, se esfuerza por lucir una sonrisa en la solapa de su corazón cuando la fiesta se agarra con fuerza a la blanca estela del chupinazo y se deja llevar en volandas por la ciudad en rojo.

Estalla el cohete. Y con él los problemas saltan en mil pedazos, se hacen añicos en el aire y, seguro que muy a su pesar, se van esfumando entre las nubes de algarabía que todo lo cubren, hasta que ya no queda ni rastro de ellos. Es entonces también cuando, todo el año cautivas, se liberan las pasiones. Sin nada que las detenga, se desatan y vagan desnudas por las calles buscando su presa en el deseo prendido cuerpo a cuerpo, dejándose alimentar por besos desconocidos que viajan de boca en boca, entregándose al amor como nunca antes lo habían hecho. San Fermín es la huida, es correr hacia delante para dejar atrás los obstáculos de la vida, es un momento en Pamplona que queda en el recuerdo, para siempre.

La fotografía del relato es de mi amigo Oskar Montero. Podéis ver sus fotos cada día en el Diario de Noticias de Navarra.