jueves, 19 de mayo de 2011

Flores secas















Lejanas, muy lejanas, casi imperceptibles, así llegan hasta mí tus palabras. Eco de tiempos pasados, quizá mejores, apenas si reconozco tu voz rota y desgarrada entre el mundanal ruido que de tus odas al sol y mis cantos a la luna me tiene aislado. Y aunque quiera hacer oídos sordos, tu onda expansiva surca los mares del silencio hasta alcanzarme, de lleno. Otra vez suenan, suenan los tambores del desamor que golpea tu alma despechada mientras se ahoga en sus propias lágrimas, sin nada que yo pueda hacer, sin nada que yo quiera hacer.

Me he puesto en pie. No te lo he dicho. Abandonada la cuneta de los lamentos donde yacía mi corazón caído, sin mirar atrás, mis pasos se hunden de nuevo en la polvorienta senda de la vida, sin saber qué les espera, haciendo camino al andar, sin esperarte. Y nada me detiene, ni la frialdad de las noches solitarias ni el fuego abrasador que un día me juraste. Sí, es verdad. He dejado atrás la encrucijada de las dudas y, espoleado por los vientos del amor, mis manos corren vertiginosas a acariciar otras manos y de mis labios hacia otros labios vuelan los besos.

He abierto de nuevo mis ojos y, ciegos del fulgor de los tuyos como estaban, por una diminuta rendija ven renacer una luz de esperanza. El insaciable olvido se ha tragado las imágenes de nuestro pasado. Y de la voracidad del paso del tiempo dan cuenta hasta los sueños que, fantasiosos como sólo son ellos, revelaban fotografías imposibles en la melancolía de las madrugadas sin ti. Ahora, borrados para siempre por la desmemoria, los sueños vagan como fantasmas en el reino de las pesadillas, sin nadie que quiera soñarlos.

De cerca, muy de cerca, leo cada día el libro de mi nueva vida. Superado el vértigo del papel en blanco, liberados los versos que de ti fueron rehenes, mis palabras vuelven a llenar las hojas sin miedo a la libertad, sabiendo que tienen otra historia que escribir, deseando llegar hasta el final para deleitarse con su lectura. Pero a veces vuelvo atrás la mirada para comprobar si tus recuerdos asoman entre los amarillentos capítulos del pasado. Y veo flores entre las páginas de nuestra leyenda nunca vivida, flores secas.

La foto que ilustra el relato la he tomado de la galería de Tammy Wright en Flickr.

jueves, 5 de mayo de 2011

Mirando atrás



Sin darme cuenta, un día más, estás ahí… en el retrovisor de mis sueños rotos. Te veo venir y, por qué no decírtelo, esperaba tu llegada… aunque el fracaso salga otra vez a nuestro encuentro, aunque el amor sea una hoja caduca que tapa nuestras vergüenzas, aunque del último beso ya sólo quede una estela funeraria.

Llueve, llueve otro día más y lo hace en blanco y negro. Mi corazón, calado por tu añoranza, late pequeño encogiéndose hasta la mínima expresión porque del manantial que bebieron nuestros labios sedientos corre agua pasada. Y de charco en charco vaga mi alma, buscándote entre sus insalubres espejos del pasado, rompiendo mis lágrimas en su caída el hermoso hechizo de tu reflejo, hundiéndome en el pozo sin fondo que se camufla tras tu bello recuerdo.

Como las olas del mar… arribé náufrago de amores a tu playa, mi cuerpo exhausto se dejó acariciar por la fina arena y, al calor de tu sonrisa de sol, soñé que construíamos nuestro castillo, a manos llenas, derribando muros, robando estrellas.

Como las olas del mar… la batalla por tu conquista perdida sin remedio, desterrado de tu orilla, el eco de mis versos en unas pocas caracolas, me bato en retirada haciéndome a la mar, dejándome tragar por el inmenso océano de soledad que en isla desierta me convierte.

Mirando atrás pierdo el horizonte de la vida por vivir, pero encuentro el aliento para seguir viviendo; mirando atrás soy el sol que ante el dolor de un nuevo día sin ti se deja caer en los brazos de la luna; mirando atrás mi cuerpo se excita imaginando el olor de tu piel y las caricias de tus labios... mirando atrás.