lunes, 5 de agosto de 2013

Besos al alba


Al otro lado de la ventana, la noche se muere de frío. Refulgen en la negra soledad del cielo miles de estrellas de hielo… y no hay más testigos que dos corazones abrazados por la incandescencia del amor tantas veces soñado, dos almas rotas que cosen a besos las heridas del pasado.

Cuerpos desnudos, dos, que se han hecho uno luchando contra el cruel destino que aún los separa; blancos del inagotable deseo, dos cuerpos que navegan en un mar de caricias, naufragando bajo una tormenta de placer que pinta eterna; cuerpos desnudos, dos, que entre gemidos se rompen en mil pedazos, abandonados con locura al seísmo de la pasión sin límites. 

Y mueren, van muriendo las horas de la madrugada en nuestros brazos, sin otra cosa que hacer que alumbrar con su tenue luz un amor que vivía en la penumbra del olvido. El tiempo, que antes puso tierra de por medio en nuestras vidas, se detiene ahora en la noche de los amantes, sin querer perderse ni un segundo de lo que pudo ser y, por fin, es; contando hasta el infinito los momentos que quedan por gozar.

En un cerrar y abrir de ojos, otro día entra por mi ventana, sin avisar, sin remedio. Crepitante todavía en mi piel el éxtasis del amor tantas veces alcanzado, los primeros rayos del sol me encuentran solo entre las sábanas, con una sonrisa de placer y una mueca de fastidio, sin tu espalda desnuda contra mi huérfano pecho, solo de nuevo…       

La cruda noche me ha mostrado que en tus labios no hay besos al alba. Ayy, tus besos!!! Tus besos de siempre, besos que no ven el amanecer desde el mirador de mi resignada boca; besos que son solo sueños, que llenan mis gélidos labios cada solitaria madrugada, besos que dicen mi nombre entre susurros… tus besos.