lunes, 26 de diciembre de 2011

Unos segundos
















Hoy he subido en marcha al tren de mi vida para tratar de detenerlo, aunque fuera sólo por un momento… Y he decidido que el tiempo ya no se me escurriría más entre los dedos. Así que he cerrado rápidamente mis manos y, sintiendo las cosquillas de su aletear cautivo, ya sólo era cuestión de pensar en cómo guardar para la eternidad el tesoro de esos segundos atrapados.

Entonces, he alzado desafiantes mis puños mostrando a las estrellas lo que no es mío, amenazando al cielo con paralizar el paso de las noches y los días, implorándote que pongas de una vez en hora el reloj de nuestro amor para marcar el transcurrir de una nueva existencia. Extendidas mis manos, sobre mis arrugadas palmas he contemplado la belleza del tiempo detenido, apenas unos segundos… lo que aguantan sin quebrarse las gotas de lluvia que posan sus cristalinas formas en las hojas de los árboles, lo que tarda un globo en perderse por las nubes huyendo entre lloros de unas aniñadas manos, lo poco que cuestan en esfumarse mis suspiros de deseo cuando imagino tu desnudez adosada a mi ávido cuerpo.

Unos segundos, apenas unos segundos necesito para descubrir la realidad de tu rostro tantas veces imaginado. Dame unos segundos frente a tus ojos de luna y para mí será una vida entera… porque mi amor volará por los raíles del tiempo hacia tus brazos, porque mis sueños verán la luz cerca de las estrellas, porque mi boca se alimentará de tus deseados labios en un beso eterno.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Fantasía

Se abre tu mano confiada a mi llegada y, sin apenas rozar tu tersa piel, entre caricias tan leves como la brisa de agosto que nos envuelve, mis dedos se anudan a los tuyos, esclavos, huyendo de la libertad de demasiadas noches sin ti. No hay palabras, tus ojos lo dicen todo mientras muerdes tus labios sellados y, la noche ardiendo en nuestros deseos, una mirada nos basta para imaginar un abrazo desnudo a la luz de la luna.

Emprendemos el viaje a nuestros sueños, juntos, por fin. La playa de la fantasía se acerca en pausado caminar y no puedo hacer otra cosa que mirarte… porque tus piernas de bronce se muestran hermosas bajo el sedoso vestido blanco que insinúa tu rotunda figura, porque tu cabello vuela desatado jugando a esconder tu irisada sonrisa. No puedo hacer otra cosa que mirarte… y pensar en cuánto te deseo.

Ya casi hemos llegado. Cierra tus ojos de miel y déjame que los cubra con el negro paño de la noche y mientras, a tientas, déjate llevar por las mil y una sensaciones que sacuden tu cuerpo. Despojada de tus sandalias, sientes la arena fría bajo tus pies y, abrazada por la frescura, un escalofrío te recorre la piel endureciendo tus pezones, amenazantes puntas de flechas que firman mi definitiva rendición a tus encantos.





















Silencio, todo está en silencio. Apenas si se escucha lejano el arrullo de las olas, nana que canta la marea y que, de pronto, nos inunda por completo con sus sensuales susurros. Contemplo tu bello rostro y me sientes, corazones agitados, pulsaciones a mil, todo es deseo. Y entre los acantilados, vigilados solo por la luna, atracamos en la pequeña cala de nuestro amor. Tu cuerpo se estremece al notar el agua correteando alrededor de tus pies y, excitado como nunca, alivio tu sofoco dando un poco de mar a tus ardientes senos. Suspiras de placer, me muero un poco más.

Liberados tus pechos rebeldes de la cárcel de seda, su generosa rotundidad mirando al cielo estrellado, mis dedos se pierden por sus dunas en cálidas caricias y mi sedienta boca se bebe la sal que los impregna para llevarla luego a tus labios. Besos salados de amor dulce, excitante paradoja a la orilla del mar. Al abrigo de las rocas, arde la noche de verano. Y las gotitas de sudor que salpican tu piel marcan a mi lengua la senda de la infinita demencia. No ves nada, sientes todo. Y tus gemidos van y vienen en la noche, como las olas.

Ciega de pasión como estás, soy un juguete en tus manos. Y sin querer ver nada, recorres mi torso en una caricia que no tiene fin. Tus puños golpean mi pecho con desesperación, en mi espalda se clavan las uñas de tu ansiedad. Y mordisco a mordisco, entre maldiciones lascivas, conquistas toda mi orografía sin dejar que nada escape a tu control, tomando firmemente el timón que pondrá rumbo hacia el mar de orgasmos en el que navegarán unidos nuestros cuerpos desnudos. Me tocas y me tocas, sin rubor. Y mis profundos suspiros son las notas que acompañan tu sinfonía de placer, sin silencios, al compás del ritmo que interpretan tus ágiles manos en todo mi ser.

Las estrellas sobre mi cabeza, bajo mi firmamento todo tu lácteo universo, de par en par se abren los pétalos de tu rosa, labios de vertical sonrisa. Y, marcado a fuego por tus sísmicos roces, me adentro desesperado en tu valle de locura. Fundidos por la pasional combustión, mi llama prendida en tu hoguera, mis espasmos alimentan terremotos en tu pecho hasta que, el cielo iluminado ante nuestros ojos, somos pasto de la brutal erupción de nuestra pasión volcánica. Gritas de placer, a los cuatro vientos dices que me amas y te beso apasionadamente, como nunca lo había hecho, como tantas veces había imaginado. El alba nos sorprende y, a media luz, cubierta nuestra desnudez sólo por un abrazo, dejamos que el mar nos despierte del sueño, en la playa de la fantasía.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Sin luz












Apagada tengo la mirada. La veo en el espejo de mi vida… que pasa tan rápido como cambia el paisaje devorado por el tren, que de sueños rotos ha sembrado el pasado, que se reinventa cada día ansiando un lugar entre tus brazos.

Verdes mis ojos buscan la puesta de sol en la miel de los tuyos, mientras el cielo tiñe de naranja las últimas nubes y la luna, enlutada su desnudez en un vestido de raso, despierta una a una a las estrellas. Pero la noche de mi amor no me da tregua y, fría como el hielo, me cubre con su manto dejando mi alma a oscuras.

Luz que muere en mi ceguera, que despavorida huye de mi alma entre tinieblas, que de negro pinta la ventana a la que inútilmente me asomo por ver si algún día llegas. Lúgubre es la soledad en la que insomne peno las madrugadas… sin otra cosa que hacer que chocar contra el muro de tu indiferencia, sin avistar el faro que me guíe en mi turbulenta travesía, sin la lumbre de la sonrisa que en tu nunca visto rostro imagino.

Cierro los ojos en busca de un final… como si la oscuridad que me atormenta leer un nuevo destino en letras de neón me dejara, como si escribir versos al revés pusiera en tu boca las rimas que conquisten tu corazón, como si dejar de verte fuese a darme luz en tu mirada. Y el relato se muere entre mis dedos, oculto en una montaña de desgarradas letras, sin saber si algún día llenará tus ojos, sin ver la luz del día.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El grito





















He decidido ser invisible para que no me veas sufrir. Y me volveré ciego para no ver tu sonrisa. Así mis ojos ya no se encontrarán con los tuyos… en esas miradas que no necesitaban palabras, en esa serena contemplación en la que el silencio más solemne precedía al húmedo chasquido de nuestros labios comiéndose a besos, en ese diálogo de luz que sólo el amor alimentaba noche y día.

Cruje mi corazón bajo la hojarasca de recuerdos que el viento de otoño azota en anárquicos remolinos. Es el grito quejumbroso de arroyo turbio que canta la marea, es el hilillo de voz que se escapa de mi alma enamorada que ni siente ni padece, es el gemido solitario de mi amor después de tantas noches pasadas mirando a la luna.

En calma, todo en calma, el suave deslizar de unos dedos al piano rompe la afonía cruel de otra madrugada sin ti. Y las hermosas notas que titilan en la oscuridad no son sino dagas de melancolía que, una tras otra, se clavan en mi corazón, al compás de tiempos pasados, quizá mejores. Es entonces cuando se caen las estrellas del cielo, y con ellas mi alma. Y la vida acaba en un sueño.

Susurra la mañana con el frío aliento de su brutal despertar. Y la escarcha del amanecer deja leer en su manto versos de hielo, puntas de flechas que agujerean mi corazón dormido, verdades como puños con los que la realidad me golpea al alba, cada día, sin piedad. Y no hay respuesta, apenas un grito mudo de dolor, para que nunca lo escuches.

He tomado prestado el famoso cuadro del pintor noruego Edvard Munch. Sin duda, la joya del movimiento expresionista.



lunes, 24 de octubre de 2011

Culpables












Mis labios muerden suavemente tus rizos rojos, apoyada tu cabeza sobre mi pecho, en lágrimas tus ojos de miel, mi corazón latiendo en gemidos silentes. Es el momento del adiós. Sé que no volveré a verte más, la pasión de tus besos devorará mi cuerpo sólo en mi marchita memoria y mis ávidas manos, que exploraron tu piel sin descanso, serán pasto del fuego helado de la soledad.

Entre sollozos, inundada de pena tu mirada, seca la mía de perderse en el horizonte yermo que se vislumbra, me has pedido que salga de tu vida… como si fuese posible poner diques a mi mar de amor, como si el sol dejase de salir mañana, como si mis besos pudieran encontrar otro camino que no fuese el que lleva a tus temblorosos labios.

Mis versos tienen la culpa... culpables de alargar un amor agónico que se desparrama en ríos de tinta cada madrugada de insomnio, culpables de construir castillos en el aire sobre deslabazadas estrofas, culpables de desvelar nuestra pasión secreta a otros ojos que nunca debieron leer las rimas de mi deseo. Alta traición de mis encendidos versos, hoguera de letras en la que arde sin remedio la lujuria descubierta, temor a fundir nuestras almas en un destino que la realidad no alumbra, miedo al amanecer.

Y ya preso para siempre en otro pecho, tu corazón se muere en el mío. Y tus últimas palabras de amor suenan rotas, y mis poemas rezuman tristeza cuando mi boca los recita sellada a la tuya. Amantes, amantes que se comieron cada minuto prohibido, amantes que nunca esperaron a la luz del alba, amantes que despiertan sin amor.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Las horas muertas















Me he sentado a esperar, sin prisa. La mirada perdida y la mente en blanco, la piel insensible y el corazón frío, nada que hacer. La soledad, mi amor eterno, me ha cedido gentil un asiento en primera fila, donde mis ojos se acomodan para llorar cada minuto pasado y comprueban sin remedio que el pasar de mi vida es un desfile de causas perdidas.

Tengo la vista cansada, agotada de escrutarlo todo con la inútil esperanza de encontrar una respuesta, de encontrarte. Y las horas muertas se me van tras tus besos, huyendo de la realidad que me hiere cada amanecer, portando a hombros mi corazón inerme, volando hacia un destino inesperado.

El tiempo muere sepultado entre mis dudas e indecisiones y, después, reducido a un puñado de arena que sopla el viento, corre sin ser visto. Y en su viaje invisible choca con todo y cambia los amores de lugar, como si la vida se viviese al albur de sus caprichos, como si la muerte esperase siempre a su señal, como si su preciado valor en oro no fuese más que una burda artimaña con la que enterrar en paz a tantas almas resignadas.

Y no, no hay tiempo para más. Y de su paso apenas quedan huellas en mis plateadas sienes, en las cicatrices de mi corazón rasgado, en las arrugas de mi deseo marchito. Se mueren, se mueren las horas de soñar imposibles, se mueren de pena.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La vuelta


















Caminos de hierro forjan mi regreso… y de mi corazón, imantado en tu recuerdo aún incandescente, saltan chispas a cada paso que desanda mi huida; y de mi mente, que vive obnubilada en la calentura de soñarte, se escapan lenguas de fuego que arden en deseos de extinguirse bajo tu blanca piel; y de mi alma, tantas veces chamuscada en la hoguera del desamor, renacen las llamas que sin compasión me han devorado.

Vuelvo, aunque nunca me fui… como el sol que disfruta de su anonimato en las mañanas de niebla cerrada, como las olas que esconden su rabia entre las rocas cuando el mar es calma, como los versos que mi amor recita y ansiosos se ahogan en el tintero.

Y si alguna vez te dije adiós, miénteme con todas tus fuerzas… y hazme creer que mis vacías manos nunca enarbolaron al viento una despedida; y déjame ver que en el espejo de tus ojos no se reflejó el fluir de lágrimas de los míos; y cuéntame el cuento de que mis besos llegaron a tus labios.

Sin rumbo, regreso sin rumbo… deteniéndome en cada curva del destino para olvidar el pasado, saboreando cada instante antes de que se lo lleve el diablo, permitiendo que el caos que gobierna mi vida dirija el ir y venir hacia tus brazos, sintiendo a corazón abierto desdichas y alegrías, amando como nunca amé, dándome la vuelta.

He tomado prestada la imagen del 'tren al amanecer' del artista argentino José Luis Llanos. Puedes admirar su obra pictórica en la dirección http://josellanos.artelista.com/en/

lunes, 8 de agosto de 2011

Palabras sin sentido






















No entiendo mis propias palabras. Parece como si quisieran ocultarme algo. Hablan de amor y de pasión, de noches a la luz de la luna inventando rimas para ganarme tus besos, de fríos amaneceres que hielan mis esperanzas de encontrarte, de profundos sentimientos que el paso del tiempo ha borrado.

Sufro leyendo mis versos escritos en el olvido. Mis ojos llenos de dudas, se echa la oscuridad sobre las palabras… palabras que sobre el papel trazaron el vuelo de las flechas que partieron de mi corazón, palabras sin sentido que hoy carecen de significado en otros labios a los que viajan mis nuevos besos.

Vuelvo a las amarillentas cuartillas en un cajón encerradas y aquella prosa entre lágrimas destilada es ahora una copla hueca, un inhóspito paraje en el que los amores pasados van a dar con sus huesos rotos, un limbo fantasmal en el que purgan su inocencia miles de antiguos ‘tequieros’.

No me reconozco en el viejo espejo de mis relatos… como el asesino que regresa al lugar del crimen observando incrédulo sus manos todavía ensangrentadas, como el agorero reniega de sus malditos presagios que de dolor impregnaron el destino, como la tormenta que mira para otro lado después de arrasarlo todo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Unos besos robados

No, no pude aguantar más. Cada día que tus ojos se clavaban en mi rostro se abría en mi corazón una hermosa herida, de la que la sangre manaba como mi amor desbordado, en la que sufrir tu ausencia era el dolor más inhumano y una palabra tuya bastaba para escribir versos a mares.

Nunca, nunca soñé con tu cuerpo enhebrado al mío en la inmensa soledad de la noche. Ni imaginé un amanecer teñido por el rojo de tus cabellos ni anhelé convertir en realidad una quimera que por dentro me quemaba. Fruta prohibida, mis ojos verdes en tus verdes ojos veían pasar la vida, a bordo del tren que nunca se detiene, sin nada que esperar en la estación del fracaso, arrojando las rimas más tristes al vacío del papel en blanco.



Nadie, nadie nos miraba aquella cálida madrugada de julio cuando, en medio del tumulto, nuestras manos se encontraron. No me preguntes por qué ni cómo, prendida quedó mi mirada en la tuya y mis labios hicieron el resto. Empujados por la brutal fuerza del deseo, arrancaron salvajes de tu boca el beso más ansiado y, casi sin aire, desde la profundidad del aliento que hicimos uno, tus labios apretaron los míos con desesperación, como si quisieran recuperar ese primer ósculo expoliado. Así amanecimos a un día desconocido, a las primeras horas del alba de nuestros cuerpos pegados, emprendiendo un viaje sin retorno hacia una pasión tan desbordante como inexplorada, muriendo de amor cada día.

Nada, nada queda ahora. Cruel paradoja, la propia vida lo ha destrozado todo a su paso, dejando tras de sí un paraje desolador entre tú y yo, reduciendo a escombros los puentes por los que paseaban entre las nubes de nuestros sueños dos corazones, el tuyo y el mío. Ya no queda nada. Apenas unos recuerdos inconexos… el último abrazo, mis labios sorbiendo tus lágrimas, tu dulce sonrisa escampando bajo la miel de tus ojos, unos besos robados.

jueves, 7 de julio de 2011

Un momento en Pamplona






















Hay un momento en Pamplona, el sol de julio en lo más alto, en el que las preocupaciones, por graves que sean, desaparecen y echan raíces en un lugar inaccesible como el olvido. Y hasta quien más sufre, se esfuerza por lucir una sonrisa en la solapa de su corazón cuando la fiesta se agarra con fuerza a la blanca estela del chupinazo y se deja llevar en volandas por la ciudad en rojo.

Estalla el cohete. Y con él los problemas saltan en mil pedazos, se hacen añicos en el aire y, seguro que muy a su pesar, se van esfumando entre las nubes de algarabía que todo lo cubren, hasta que ya no queda ni rastro de ellos. Es entonces también cuando, todo el año cautivas, se liberan las pasiones. Sin nada que las detenga, se desatan y vagan desnudas por las calles buscando su presa en el deseo prendido cuerpo a cuerpo, dejándose alimentar por besos desconocidos que viajan de boca en boca, entregándose al amor como nunca antes lo habían hecho. San Fermín es la huida, es correr hacia delante para dejar atrás los obstáculos de la vida, es un momento en Pamplona que queda en el recuerdo, para siempre.

La fotografía del relato es de mi amigo Oskar Montero. Podéis ver sus fotos cada día en el Diario de Noticias de Navarra.

jueves, 16 de junio de 2011

La nube

















Brillan tus ojos cuando se encuentran con los míos y, no sin querer, proyectan una nube de inmensa felicidad que todo lo envuelve. Acostumbrado al resplandor de tus hermosos faros, hechos mis ojos a tu luz deslumbrante, juego a zambullirme en el fondo azul cristalino desde el que me observas como quien se lanza al mar desde lo alto del acantilado. A ciegas, el corazón abierto hasta más no poder, el amor a flor de piel, arrojo el alma por la borda de mi vida y, sin pensar en otra cosa, sueño con un amanecer entre tus brazos.

Abro mis ojos a la luz del día y, sobre mi cabeza, veo al cielo correr. Me pregunto a dónde irá, por qué se mueve, de qué o de quién escapa. Es posible que tenga envidia del mar, eterno espejo de sus dudas, y busque olas donde no las hay para agitar su celestial remanso. Tal vez, entonces, se inventa tormentas llenas de negros nubarrones que hacen la competencia a las violentas mareas que todo lo arrasan y que dejan las playas podridas de restos. Pero quizás todo es una invención mía, otra más… como la sonrisa que pintas en mi rostro, como el temblor de mi cuerpo cuando te acercas, como los frenéticos latidos de mi corazón cuando te siento.

Estés o no estés, cada día sigo mirando al cielo. Y advierto que no ceja en su incesante carrera, y que en su loco correr hasta las nubes se lleva por delante. Algodón en inocentes manos, arcilla fresca en el torno del alfarero, las etéreas masas se dejan moldear y toman figuras irreconocibles que levitan allá arriba, sin dejar de moverse, hasta desaparecer de mi incrédula vista. ¿Qué pasará con ellas? ¿Qué será de mí que vivo para siempre en tu nube? Porque me muevo a tu son, porque soy una caricia entre tus dedos, porque te dejo hacer, porque…

Lo mejor del amor es la nube… palabras para mí escritas que llueven desde el recuerdo, que emanan de un periodista de los de antes. Mago que hacía literatura urbana, arquitecto que edificaba poemas repletos de adoquines y losetas, fuente de inspiración de la que brotaban poesía y prosa a borbotones, de la que bebí hasta emborracharme. Iturri.

viernes, 10 de junio de 2011

Desde el tren




















La vida corre desbocada, se nos va, sin un destino escrito. La vida, nuestra vida, vive en una permanente huida. Y huye de nosotros porque quién sabe si ha cerrado sus ojos a nuestros pesares, si se ha cansado de escuchar los quejidos de nuestras almas agrietadas, si ha sucumbido al dulce canto del más allá que la dócil brisa trae.

Desde el tren, asomado a la ventana del fugaz presente, veo la vida pasar entre los raíles del tiempo, dejándome atrás. Y cada día es una carrera que nos lleva a la nada, una fulgurante recta final hacia el vacío en el que nuestras fuerzas se van quedando por el camino… amores perdidos, sueños rotos, besos sin labios, abrazos huecos.

Y en el trayecto a ninguna parte, tiembla mi corazón agitado por el cruel traqueteo de los desaires, como un juguete roto en manos del desamor, como los vaivenes de mi cuerpo cuando desea el tuyo, como la mano del arquero agarrotada por las dudas.

Corre, corre el tren y, afilado acero en la noche, horada impetuoso los campos de trigo que, acostados por el viento, duermen ajenos a su veloz paso. Y la vida va por delante, atravesando los túneles del zozobrante devenir que nos aguarda, dejando atrás los paisajes de los sueños, olvidando en cada estación los efímeros días de gloria, apuntando a lo desconocido. Y sin tiempo que perder, he partido desnudo para alcanzarla, sin que ella lo sepa, sin saber si algún día nos juntaremos… antes de la muerte.

jueves, 2 de junio de 2011

El bosque de mis sueños















La realidad queda lejos, a muchas millas de distancia de mis sueños, pero su temible sombra me corteja y me susurra al oído que está cerca, a pocos disgustos de mi corazón asustado. Desde mis ilusiones la vida es apenas una mancha en el gran óleo del horizonte... donde los ojos no ven sino imaginan lo que anhelan ver, donde los espejismos pintan su verdad con colores chillones, donde mis deseos trazan curvas tentadoras cayendo desde las nubes.

Nunca debí ponerme en camino. Mi destino no estaba escrito en el cielo raso de la soledad de mis noches y, sin embargo, una fuerza interior guiaba mis pasos, con el rumbo fijo hacia una estrella desconocida, sin nada que yo pudiera hacer para detenerme.

Caminé y caminé... hacia tus ansiados labios de mis besos, sin más equipaje que mi alma de par en par abierta, como si el mañana fuese a acabar hoy. Caminé y caminé... hasta que en la encrucijada de las dudas el amor me traicionó a cara descubierta, con una sonrisa hermosa y una mueca de compasión, brillantes sus ojos que iluminaron mi travesía hacia la nada, amargos sus cantos de sirena que me hicieron enloquecer cada día.

Humillado y expoliado, despojado de tu desnudez que tanto codiciaba, he cerrado la puerta tras de mí para regresar al bosque de mis fantasías, donde los sueños alimentan mi vida, donde la muerte en realidad no existe, donde las madrugadas son eternas. Y entre la tupida madreselva que arropa mi corazón cada noche he escondido mis heridas. Y mi amor ha dejado de andarse por las ramas para rodar por las verdes praderas, en otra compañía, sin nadie que nos vea, sin que yo lo sepa, en mis sueños.

jueves, 19 de mayo de 2011

Flores secas















Lejanas, muy lejanas, casi imperceptibles, así llegan hasta mí tus palabras. Eco de tiempos pasados, quizá mejores, apenas si reconozco tu voz rota y desgarrada entre el mundanal ruido que de tus odas al sol y mis cantos a la luna me tiene aislado. Y aunque quiera hacer oídos sordos, tu onda expansiva surca los mares del silencio hasta alcanzarme, de lleno. Otra vez suenan, suenan los tambores del desamor que golpea tu alma despechada mientras se ahoga en sus propias lágrimas, sin nada que yo pueda hacer, sin nada que yo quiera hacer.

Me he puesto en pie. No te lo he dicho. Abandonada la cuneta de los lamentos donde yacía mi corazón caído, sin mirar atrás, mis pasos se hunden de nuevo en la polvorienta senda de la vida, sin saber qué les espera, haciendo camino al andar, sin esperarte. Y nada me detiene, ni la frialdad de las noches solitarias ni el fuego abrasador que un día me juraste. Sí, es verdad. He dejado atrás la encrucijada de las dudas y, espoleado por los vientos del amor, mis manos corren vertiginosas a acariciar otras manos y de mis labios hacia otros labios vuelan los besos.

He abierto de nuevo mis ojos y, ciegos del fulgor de los tuyos como estaban, por una diminuta rendija ven renacer una luz de esperanza. El insaciable olvido se ha tragado las imágenes de nuestro pasado. Y de la voracidad del paso del tiempo dan cuenta hasta los sueños que, fantasiosos como sólo son ellos, revelaban fotografías imposibles en la melancolía de las madrugadas sin ti. Ahora, borrados para siempre por la desmemoria, los sueños vagan como fantasmas en el reino de las pesadillas, sin nadie que quiera soñarlos.

De cerca, muy de cerca, leo cada día el libro de mi nueva vida. Superado el vértigo del papel en blanco, liberados los versos que de ti fueron rehenes, mis palabras vuelven a llenar las hojas sin miedo a la libertad, sabiendo que tienen otra historia que escribir, deseando llegar hasta el final para deleitarse con su lectura. Pero a veces vuelvo atrás la mirada para comprobar si tus recuerdos asoman entre los amarillentos capítulos del pasado. Y veo flores entre las páginas de nuestra leyenda nunca vivida, flores secas.

La foto que ilustra el relato la he tomado de la galería de Tammy Wright en Flickr.

jueves, 5 de mayo de 2011

Mirando atrás



Sin darme cuenta, un día más, estás ahí… en el retrovisor de mis sueños rotos. Te veo venir y, por qué no decírtelo, esperaba tu llegada… aunque el fracaso salga otra vez a nuestro encuentro, aunque el amor sea una hoja caduca que tapa nuestras vergüenzas, aunque del último beso ya sólo quede una estela funeraria.

Llueve, llueve otro día más y lo hace en blanco y negro. Mi corazón, calado por tu añoranza, late pequeño encogiéndose hasta la mínima expresión porque del manantial que bebieron nuestros labios sedientos corre agua pasada. Y de charco en charco vaga mi alma, buscándote entre sus insalubres espejos del pasado, rompiendo mis lágrimas en su caída el hermoso hechizo de tu reflejo, hundiéndome en el pozo sin fondo que se camufla tras tu bello recuerdo.

Como las olas del mar… arribé náufrago de amores a tu playa, mi cuerpo exhausto se dejó acariciar por la fina arena y, al calor de tu sonrisa de sol, soñé que construíamos nuestro castillo, a manos llenas, derribando muros, robando estrellas.

Como las olas del mar… la batalla por tu conquista perdida sin remedio, desterrado de tu orilla, el eco de mis versos en unas pocas caracolas, me bato en retirada haciéndome a la mar, dejándome tragar por el inmenso océano de soledad que en isla desierta me convierte.

Mirando atrás pierdo el horizonte de la vida por vivir, pero encuentro el aliento para seguir viviendo; mirando atrás soy el sol que ante el dolor de un nuevo día sin ti se deja caer en los brazos de la luna; mirando atrás mi cuerpo se excita imaginando el olor de tu piel y las caricias de tus labios... mirando atrás.

jueves, 28 de abril de 2011

Olas sin luna



Las olas se han cansado de mirar al cielo cada noche. Van y vienen tristes y, sin hacer ruido, tragándose su espuma, se rompen en mil pedazos y su amargura se desvanece para siempre junto a su cuerpo frágil. Y es que el mar ya no brilla como antes y las olas, otrora favoritas de su inmensidad, apenas si son saltos de lágrimas que, resignadamente, se dejan llevar hacia el abrazo mortal de la nada.

Sin luna, sin luna se mecen las olas en un patético baile de tristeza. Y la escena recuerda a tangos imposibles que rescatan pasiones del olvido, que lloran en cada nota una canción inconsolable, que se abrazan a la frialdad de la piel rota por el desamor. Luna, luna que cada noche cubriste mi desnudez con el fulgor de tus baños de plata, luna que en la oscuridad de tu ausencia me has ocultado para siempre.

Mueren las olas en la playa, pero su morir es como una declaración de amor porque mueren besando. Sí, las olas mueren y dejan la arena perdida de besos... como el amante que devora el carmín de unos labios antes de abandonar el ardiente lecho, como mis manos locas de deseo amasan un rastro de caricias en tu cuerpo desnudo barruntando la despedida, como el alma que me atormenta cada día con sus quejidos antes de que se la lleve el diablo.

Sin luna, sin luna las olas galopan dementes hacia el vacío. Y su locura es el destino fatal que les aguarda tras ahogarse en su propia zozobra. Entonces, locas de atar, se revuelven en sus crestas, dejan escapar el último aliento de sus besos moribundos y se sumen en una desesperación irracional hasta que se las lleva la marea. Luna, luna que cada madrugada me abriste la puerta del mundo de los sueños, luna que encerrado me tienes en la cárcel de las pesadillas.

Silban las olas la canción de la muerte y mi corazón, en la orilla de la playa, espera el momento de recoger los besos extraviados… caracolas que salieron de tu sensual boca, rizos de espuma que mis dedos ensortijaron entre tus dorados cabellos, tatuaje de luna que en tu blanca piel anheló recorrer mi lengua descarada. Olas, olas sin luna.

jueves, 14 de abril de 2011

El túnel

















Recorro con mis dedos la pared húmeda y fría… sin descanso, sin esperanza también. No veo nada, nadie me ve. Y a tientas, las yemas hechas sangre de tanto acariciar las aristas del desamor, mi corazón se hiela en la gélida oscuridad de otro día vacío... de tanto buscarte, de nunca encontrarte.

Acostumbrada a una vida de ceguera, donde siempre es noche cerrada y las estrellas brillan por tu ausencia, mi alma tiene los ojos pequeños... y se deja deslumbrar fácilmente por tus lejanos recuerdos. Destellos de bengalas fugaces, imperceptibles, inexistentes tal vez, iluminan el túnel del olvido en el que me consumo, en el que mi amor desorientado se arrastra sin resuello, en el que mis labios sólo besan la nada que yace en el suelo.

Me he resignado a soñar en la morada de los amores imposibles, donde las causas perdidas me engañan con tu hermosa sonrisa y el aliento de tus susurros es el aire que respiro, donde tu calor en mi piel nunca sentido abriga mi desnudez, donde tus manos pasean por mi huérfano pecho como flechas sin rumbo…

Y donde el día es siempre noche y la humedad es la piel de mis huesos, y donde sólo el eco, irónico en su afonía, responde a mis preguntas con más interrogantes… ahí. Ahí entre tus recuerdos malvivo, ahí espero que la luz de tus ojos me guíe, ahí voy muriendo sin que tú lo sepas.

No. No me preguntes quién soy, como yo tampoco sé quién eres ya. Quien avivó tu pasión ahora se quema en la hoguera de su inútil vanidad, quien a la luz de la luna encandiló mis versos empequeñece en mi corazón... tú, siempre y nunca tú, amor que no atraviesa el túnel.

viernes, 1 de abril de 2011

Escrito en los trenes



Hay trenes que no llevan a ninguna parte... quizá voy en uno de ellos, sin rumbo, sin destino. No lo sé, no importa, no elijo yo. De la realidad sólo soy un testigo mudo, maniatadas mis manos por un futuro ya escrito, escrito en los trenes. Y pegado a la ventana, asisto al paso del tiempo, dejo la vida pasar... buscando un ‘nosequé’, esperando que algo suceda, anhelando ese día en el que, por fin, mi corazón se estremezca ante tus ojos.

Cae la noche y corren veloces los raíles, en dirección contraria. Y se estrellan una y otra vez contra mi mirada perdida, perdiéndose en la nebulosa de mi alma extraviada, el brillo de tu sonrisa soñada reflejado en el cielo, cruel ironía. Y entre los ecos de tu voz nunca escuchada, me parece oír el dulce quejido de los caminos de hierro... como el suspiro arrancado de tus labios en un beso, como la canción que escribe tu amor en mi piel, como el silencio de tus cálidos abrazos en la inhóspita oscuridad de mi viaje a la nada.

En pos de mi destino rebusco en los agujereados bolsillos de mi corazón. Y se abren mis cicatrices a cada recuerdo, la memoria de tus versos se descose y te apagas en mí, como las vías férreas mueren al llegar a tierra de nadie, sin una estación que las ampare, sin un toque de campana que las reciba, sin un trajín de viajeros que las imagine caminando hacia otra aventura.

Me cuentan que la vida sólo me ha comprado billete de ida... y devoro las paradas sin saber si de verdad existes, y mis pies se cansan de patear cada ciudad siguiendo tu rastro, y mi alma se encoge cuando el crepúsculo le llueve sus penas. Entonces, en la soledad infinita del vagón de mis días, tu luz se acomoda en el asiento contiguo. Y sobre el lívido rostro de mi tristeza proyecta fugaces imágenes de paisajes que pasan a toda velocidad... como pasa la vida, rauda y nerviosa, a bordo de los trenes que nunca cogimos, dejando ver a lo lejos la estela de la oportunidad perdida.

Se rinden mis ojos en la noche, rotos de tanto mirar al cielo, ciegos de tanto buscar tu estrella. Y mi cuerpo se deja mecer por el traqueteo del tren, como si del tuyo estuviese debajo, enhebrado a fuego en tu deseada piel, dibujando juntos cada curva de un destino escrito en los trenes.

jueves, 24 de marzo de 2011

Días de poesía

















Se ha abierto la tierra, sin pudor, enseñando con violencia sus rojas y crudas carnes, mostrando que sólo es un frágil montón de huesos que apenas se sostiene. Y en su imaginado viaje verniano, ha emergido una bestia de fauces fieras y acolmilladas, tan invisible como voraz, y se lo ha tragado todo, como si fuese una planta carnívora y los humanos, entre desgarrados gritos de dolor desbocado, su único sustento.

La muerte se desparrama con exceso, sin aviso previo, allanando ese oriental remanso de paz, decapitando sonrisas, destrozando corazones, matando amores nacientes, arruinando sueños. En una mano otra fría mano, helada como el alma, sin habla, sin respiración, muerta. Y así son cientos, y son miles... insignificantes como nuestra propia vida.

Se mueve, se mueve la tierra bajo nuestros pies. Se levanta arisca y salvaje, destrozándolo todo en su cruel baile, abriendo tumbas de muerte a cada paso, sin la sombra serena de los cipreses, sin flores que adornen su efímera espera. Y el sol se esconde avergonzado, sus rasgados ojos en llamas, sofocado su calor por la ola de destrucción, hundido para siempre en un ciego eclipse.

Días de destrucción... y días de poesía, porque la vida, recuperada del golpe, quiere seguir viviendo. Y los llantos son ahora lágrimas de alegría fundidas en abrazos eternos, y los ojos se clavan con desesperación en un horizonte mejor, y hasta el mar, arma de destrucción masiva, juega a columpiar las olas como si no hubiese pasado nada. Y amanece, amanece cada día, y parece que el tiempo huye hacia delante, horrorizado por su pasado, esperanzado con su futuro.

Versos que cantan sin grandeza, amores que sólo aman el presente, con locura. Días de poesía... de rimas floreciendo en los jardines japoneses, de rojos atardeceres tumbados sobre la arena, de labios que se devoran a cada segundo, de cuerpos que se unen de nuevo con placer, de recuerdos de muerte que quieren caer en el olvido.

jueves, 17 de marzo de 2011

Mis pequeñas vidas

Late mi corazón en trocitos... como una orquesta en mil violines partida, como la fragancia de una rosa rota en cada uno de sus presuntuosos pétalos, como un puzzle siempre inacabado que se resiste a unir sus díscolas piezas, como si mil corazones cupiesen en uno solo.

Y se va la vida viviendo sin freno, sintiendo en la piel, sufriendo en las carnes, muriendo en el alma. Y muere la muerte en cada amor exangüe, porque el hilillo vital del último aliento es otra vida, porque siempre hay luz al final del túnel, porque cada día que amanece es otra historia, porque en mi corazón también cabes tú, y tú, y tú.



De mis versos adolescentes en tus labios leídos, de tu primer beso en mi mejilla tatuado, de mis sonrojos encendidos por tu hermosa sonrisa, de tus miradas que en el suelo dejaban mis ojos clavados, de los primeros incendios en mi alma... pequeños latidos archivados en mi corazón.

Pero el amor venía cargado de lágrimas, como las nubes que emborronan un azul cielo. Y cada fracaso silbaba una nueva canción. Otra vez tú, otra tú... al otro lado de mis anhelos, en el fondo de una noche de whisky, imán de mis deseos magnéticos, al otro lado del espejo... otra vez tú, pero otra tú, de mi corazón huésped.

Y vuelta a empezar, y vuelta a terminar... entre llantos y alegrías, entre profundos besos y puños cerrados, entre ataques de celos y pasiones desbordadas. Toda la vida amando a todos los amores de mi vida. Pequeñas vidas que siguen con vida, trocitos de ti que laten en la oscuridad de mi corazón, rimas compuestas que aguardan un poema en el que escribirse.

jueves, 10 de marzo de 2011

Salto al vacío















Descalzo, sobre el terciopelo de hierba recién cortada... caminar hacia la nada nunca fue tan llevadero. Manos vacías, mirada extraviada, larga es la senda y desolador el destino. Cada paso es un beso en el recuerdo; cada metro, un abrazo hueco. El tiempo huye de mi vida a cada segundo que pasa... sin ti, sin la miel de tus ojos posada en mi rostro, sin el temblor de tu cuerpo bajo el mío, sin ti.

Después de tanto vagar por el rumbo del olvido, veo que la noche ya descansa en las cunetas, abrazada a la luna llena, haciendo el amor bajo la manta negra que les ha tendido el cielo. Y yo, la respiración contenida, el corazón sin compás, sin meter ruido ni nadie que me llame, me acurruco al lado de su lecho de estrellas… para sentir sus orgasmos en la piel de mi deseo, para llenar de envidia mi alma sola, para cerrar mis ojos a tu querer esquivo.

Quema, quema el sol al amanecer, como si quisiera tomarse la justicia por su mano lanzando rayos de ira, castigando con el fuego de sus celos a los cuerpos del delito, abrasando con su odio a los amantes nocturnos, gritando a la luz del día su amor de luna imposible. Pero ya no queda nada, no hay rastro del lunático adulterio. Y con la vida menguante en mis alforjas me pongo de nuevo en camino, sin prisa, sin pausa, sin remedio.

Hipnotizado por vanas ilusiones, encantado por cantos de sirena, rotos mis oídos por los ecos que simulan tu dulce voz, la locura me acerca hacia el abismo. Quietos por fin mis pies al borde del último paso, electrizado mi cuerpo por el vértigo, la atracción de llegar al final se hace irresistible... Y salto, salto al vacío de mi corazón, desnudando mi alma de tus despojos, arrastrando tus vagos recuerdos en mi caída libre, olvidándote en mi veloz encuentro con el precipicio, estrellando para siempre contra el suelo mi amor por ti.

jueves, 3 de marzo de 2011

Tweet sin suerte



El tiempo devora mis tweets... y ya no hay vuelta atrás. Segundos, minutos y horas que, con ansias de caníbal, consumen sin dejar rastro esos caracteres que quizá algún día fueran míos. Y el hoy es un ayer nunca vivido, un futuro que ni se sueña, un compendio de intenciones tan buenas como irreales, un negro puñado de letras que ni siquiera llegan a la virtualidad, un guiño de mentira.

Agazapado, bajo el chaparrón de mensajes que atronan, me acerco al ‘timeline’ sin hacer ruido, sin esperar que me esperes. Son los tweets parpadeos de neón que ciegan mi visión, y cada trino es un sobresalto que lanza mi corazón en caída libre, sin que la red de redes evite su golpe mortal. Otra vez siento la sacudida, y mis temblorosos dedos vuelan del teclado a mis ojos, sin querer ver más... dejando a oscuras el camino hacia tus besos.

Son tus tweets besos que enroscaría en los míos, y a cada mensaje que saliera de tu deseada boca mis labios se morderían sangrando onomatopeyas indescifrables, símbolos inconexos que escriben mi vergüenza, confusión de dígitos en la que mi amor es un cero a la izquierda. Nada que contar y cuentos de nada, leyendas que surcan un cielo inexistente entre nubes de humo, cartas de pasión que vuelan hacia ti a bordo de pájaros muertos, versos emborronados por mis lágrimas que nunca leerás.

Y mientras muero sin morir en mí, tu avatar de cabellos rojos galopa en la noche de mis sueños, desafiando al más allá con la alegría del tranco largo, invitándome a montar en su silla de oro, echando freno a su huída, dejando en mi alma un tweet… sin suerte. Amanezco a la luz de la pantalla, a la realidad del PC que, ajeno a mis males de amor, sigue vomitando frases hostiles, cantos de sirena precedidos de arrobas que no son la tuya. Y lloro, lloro el ansiado ‘tequiero’ que sólo tuiteas en mi imaginación... un tweet sin vida y sin suerte.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Condenado

En tu muro se ha perdido para siempre mi mirada. Y mis sueños, que la guiaban camino de la esperanza, sin remedio se desangran en las cunetas, en mil pedazos descoyuntados, llorando por la vida que muere en cada lágrima por ti. Pared vacía… sin letras de rabia denunciando tu amor imposible, sin protestas escritas a todo correr en mensajes inacabados, sin rastros secos de sangre que pigmentan mi dolor, sin nada que lamentar.

Me dejo caer, abatido como mi alma, exhausto por la locura de jugar a buscarte sabiendo que ya no estás... ni volverás. Y mi espalda, apoyada en la barrera de la distancia, siente los puñales helados de tu ausencia... para siempre. Testigos habituados al desamor, mis ojos se miran en el nítido cielo, viendo las estrellas una y otra vez al chocar contra la piedra de tu corazón. Nada que decir. Nada que reprochar. Yo mismo te arranqué de mis brazos, yo mismo te empujé a besar otros labios sin haber catado antes los tuyos. Culpable, culpable de no amarte, culpable.


Y con mi vida sentenciada, a cambio de tu felicidad mi pena, soy reo y verdugo de mi castigo. Sin que me digas nada me he puesto la soga al cuello, de la manera más elegante que he sabido, por si vienes a despedirme. La asfixia, que me espera con la respiración contenida, empieza a apretar mi garganta y cuando todo parece perdido, reapareces en forma de ilusión, cumpliendo quizás el último deseo del condenado. La desnudez de tus formas nunca holladas es mi luz emergente entre las brumas, la visión que ciega mis ojos por tu amor anegados, la alegría que ilumina un nuevo viaje al pasado...

Porque si volviese a empezar, tropezaría de nuevo. Y te diría en pocos caracteres que la miel de tus ojos alimenta mi pasión, y que tu hermosa sonrisa abre un paréntesis cerrando la puerta a mi tristeza, y que mis besos insaciables te comerían a versos, entre suspiros y gemidos que riman de placer. Y aunque pudiera, no cambiaría nada… porque no hay nada más bello que amarte, aunque ahora de amor muera; porque despertaste a mi corazón de un largo invierno, aunque ahora arda en la soledad del infierno; porque te quise sin desmayo, aunque ahora quiera perder para siempre la consciencia. Ven, no tardes, la muerte espero en tu último beso.

jueves, 17 de febrero de 2011

En tu ventana




Un sudor frío recorre mi cuerpo en la noche, abrazo de hielo entre las sábanas vacías, gotas de desamor que calan en el mar de mis penas, sin ti la cama es un páramo desolador. Mis ojos son pájaros nocturnos; tus besos, anhelos que vuelan en desbandada; tu amor revolotea por encima de mi cabeza, mi corazón se estrella en el muro de mis lamentos.

Te imagino... porque nunca mis ojos han sentido el calor de tu mirada; te sueño... porque la realidad me ha apuñalado por la espalda; te deseo... porque tus palabras lejanas me hablan de sexo cálido y profundo; te quiero... porque nunca jamás mi alma pasó en vela tantas madrugadas.

La ciudad se muere en silencio y, también sin ruido, la negra oscuridad me espera al otro lado de la ventana. Asomo mi rostro a la noche con la inútil esperanza de adivinar tu desnudez bañándose en la luz de la luna; y mi vista se pierde en un limbo de cemento queriendo clavarse en tus pechos de plata, y mis dedos se van a hacer puñetas si tu tersa piel no les enseña el camino, y mis labios se han tenido que tragar cada beso que quería morir en los tuyos.

En la penumbra, mis fantasías viajan a lomos de veloces rayos que iluminan tu alcoba, y mis suspiros son gotas que repiquetean en los cristales, y mi aliento dibuja tu sonrisa en el espejo que nunca me mira a la cara, y mis susurros entran por debajo de las rendijas con su cantinela de gemidos, y mis latidos encuentran por fin sosiego pegaditos a tu níveo dorso.

Pero la vida, mi vida, agoniza acurrucada en el alféizar de tu ventana… sin saber si un día tus manos se apiadarán de una avecilla de alas rotas, sin saber si tu amor regará la flor que se marchita a la intemperie, sin saber si tus besos me recibirán como al sol que dejas entrar en tu refugio secreto.

jueves, 10 de febrero de 2011

El beso

No, no digas nada. Apaga tus luceros negros, déjame hacer y siente, siente el amor... mi amor. Flotan en al aire mis labios en su camino hacia los tuyos, y mis ojos, eunucos guardianes de tu desnudez, se cierran en tan anhelado beso, el primero. A ciegas, en la orilla de tu desbordante sonrisa, chapotea sin rubor mi lengua y, haciéndose agua, se imagina anudada a la tuya en mil y una volteretas.

Sedientas la una de la otra, húmedas como una noche de verano, nuestras lenguas se unen al son de la danza salvaje del deseo. Impetuosas, presas de la locura, como si no hubiese otro amanecer para seguir amándose, hacen chocar sus cuerpos en una esgrima de placer que no tiene fin. Y se beben, apurando cada gota del licor que desprenden, succionándose sin medida hasta que, embriagadas por el dulce elixir segregado, se rinden exhaustas, sin aliento, en una tregua que es un beso inerte en nuestros labios mordidos.

















Boca a boca, viajan mis versos en el ósculo que empujan tus susurros, soplos de amor que llaman a la puerta de tu corazón, pasión de letras que tu felicidad rumia trocito a trocito, recitando cada estrofa, cantando cada rima, muriendo en cada punto final. Y yo, como si presagiara que lo nuestro se acaba, sorbo a cucharadas cada momento contigo.

No hay respiro. Mi aire es el tuyo en una atmósfera de vicio que nos mata y nos da la vida en cada suspiro. Al borde de la asfixia, ahogado en el océano de la distancia que nos separa, millones de veces he soñado que en tu generosa boca se encaja la mía cerrando el túnel donde espera nuestro beso... para que no se pierda, para que nadie tenga la tentación de robármelo mientras duermes, para que no muera en otros labios.

jueves, 3 de febrero de 2011

Tan cerca, tan lejos
















En vela, el corazón en un puño. Angustia de amor que alimenta el insomnio, que se sirve como un café cargado, negro, solo, amargo. Secas mis lágrimas, mi alma llora en la penumbra y se aplasta contra la almohada, malherida, rota por todas las costuras, queriendo morir a cada segundo... sin tu amor.

Pasa la madrugada de puntillas, sin prisa, indiferente a mi sufrimiento. Los minutos se hacen horas en tan cruel espera, mis ojos han dejado de parpadear, mi cuerpo vive en un temblor sacudido por la tristeza... Porque sé que nunca te veré, porque mis labios jamás serán el camino elegido por tus besos y porque el amor que me robaste se ha quedado a vivir en tus palabras vacías, para siempre, sin contar conmigo.

La noche, fría como el hielo, se ha arropado con la manta del silencio... y yo, sin decir nada, me he acostado a su abrigo, buscando la calidez de sus brazos vacíos. En el reino de las tinieblas soy su amante eterno, desde que se pone el sol hasta que cada mañana mi vida se ciega al alba, rayos que me parten en mil pedazos, trocitos de mí que sólo recomponen tus besos de plata. Sin mirarnos a la cara, mis ojos sellados a su negrura, acechados por la sombra de tu sonrisa, nos amamos sin freno, medio desnudos, bajo el edredón que descose tu indolencia y que al aire deja la vergüenza de mi último fracaso.

Muere lentamente el crepúsculo... y mi corazón se deshace sin ruido. Sé que estás cerca pero nuestro deseado sueño, lejos de hacerse carne, se escurre entre mis manos, se esfuma como el último tren perdiéndose en el horizonte, se difumina como las señales de nuestro amor. Has venido, te siento, te imagino... pero otros labios se comerán tus besos, otras manos modelarán tu marmóreo cuerpo, otros brazos te mecerán entre sueños. Tan cerca, tan lejos.

martes, 1 de febrero de 2011

Gracias por un año de flechas

Sin tapones, 215 palabras de un deslabazado relato perpetrado un tedioso domingo de enero. Fue la primera de mis Flechas sin rumbo, hoy hace un año. Releerla es un ejercicio insufrible, apenas si es un intento de algo. Podría eliminar esa primera entrada (y muchas más), pero no lo haré por su valor sentimental... me abrió la puerta a un mundo literario tan largamente deseado como desconocido, dio a mi imaginación licencia para volar, me permitió dejar que mi corazón se desangre en cada relato, gota a gota, sin que se detenga ya esta hemorragia de letras y amor.

Han sido 57 relatos y escribir se ha convertido en una droga necesaria cada semana. Nunca soñé con llegar hasta aquí y tampoco sé qué futuro me aguarda. Sólo quiero seguir disfrutando de este maravilloso ejercicio y, si además es de vuestro agrado, no podré dejaros en la estacada. Cada latido de mi corazón será una flecha en este blog... y un canto en Twitter, la red sobre la que se proyectan sin pausa desde hace meses.

Gracias, muchas gracias. Y aun a riesgo de ‘olvidarme’ a alguien (pido perdón ya mismo), quiero hacer público mis agradecimientos más sinceros. Y empiezo por mi primer ‘archer’, @jzabalo, al que bauticé como mi “editor”. Me presentó en sociedad ante sus miles de seguidores de Twitter cuando yo no era nadie (ahora tampoco) y fue eco de mis relatos cada semana. Después han llegado cientos de ‘archers’ y de RTs, la primera fue @barbmk; el último, @LuisTrincado. Y flipo por tener 85 amigas y amigos alojados en mi blog, sufriendo el impacto de cada flecha, quedando malheridos por ese halo de tristeza que exhalo y que, sin duda, contagio.

















He aprendido en Twitter lo importante que es compartir y colaborar, me lo habéis enseñado con hechos, sin pedir nada a cambio a pesar de no habernos visto en la vida… y mi gratitud es eterna. Así dibujé un tatuaje de luna con @loremac, con quien también fabriqué unos deseos de chocolate y me dio el RT de su vida. Y de un par de tuits con @Cosechadel66 nació la libertad perdida, @Tierratrece me retó a remendar en versos unos sueños rotos y @bbbllum me dio una excusa para imaginar el azul de sus ojos. Nataixa (antes @nanastar) me pintó su galería de otoños, @juankarh puso una imagen en el viento y @pautxo me cedió una foto para un viaje a ninguna parte. Hacia el profundo abismo de la solidaridad me empujaron @senovilla_jfs, que depositó la convivencia en mis manos, y @jsanz, gracias a quien las letras en el Sáhara riman añorando un sueño perdido en el desierto.

Sin comerlo ni beberlo, @naranjaolimon me destacó entre sus blogs de mayo y ahora estoy en el @clubbloggers. Por un momento me llené de soberbia… y me estrellé en concursos con retoques de amor, fiesta en un pañuelo y mis viajes a la luna. Aprendida la lección, por cada página escrita cien leídas, cada semana me obsequia con sus versos @Mertxe_Beriain, como también lo hizo Kassandra y @miradaceleste. Y a veces me dejan meter las narices en sus letras @elecktrapink, @etcach y @Yomisma1981.

Me llenan vuestros comentarios, me encanta cruzarme con vuestros tuits, de los que muchas veces ‘copio’ ideas para mis flechas, inicialmente sin diana y luego sin rumbo... qué más da. Y gracias también por el fiel apoyo de archers inasequibles al desaliento como @Juanatalavera @carolciordia @similiki @Reina55 @Avisnigra67 @navarro_eva @MagaViajera @paufdr @Trianarts @laMar_s @Mara_BC @FBiurrun @aldaytu @gasolinero @larri1276 @nanaypadron @barrogante @somosceltas @merycal... y muchos más a los que todavía no he aburrido con mis cuentos. Otros se marcharon a golpe de unfollow y, por los buenos ratos vividos, no los olvido y espero que vuelvan algún día.

Sí, os lo había escrito unas líneas antes. He sido injusto con muchas y muchos de vosotros, ecos de mi prosa, viento de mis letras, botellas de mar que a diario surcan el océano en una y otra dirección. Perdón y gracias, muchas gracias.

La foto de este arquero desarmado es de @pautxo y está tomada en el retorno a mis orígenes.

jueves, 27 de enero de 2011

Fuego

Enrojecen mis ojos por el humo de tus palabras, la resignación de otro día sin ti me quema por dentro. Clavo mi mirada en el fuego, cara a cara, absorto, sin tiempo ni medida, sin nada más que hacer que vigilar el pasto de tus llamas, sin nada más que oír que el crepitar de mi corazón reducido a cenizas, sólo para ver cómo mi amor por ti arde entre hojas muertas y madera vieja.

Llagas son los caminos que trazan mis lágrimas en su discurrir huidizo y cobarde, burda ilusión de alivio con la que combatir la quemazón del alma, espejismo que se esfuma en el corrosivo tintinear de las gotas socavando aún más mi pena. Y mientras mi rostro es mar, el sol que alumbró tus noches arde hoy en la hoguera de su soberbia, sin un seguro de incendios que restaure los besos calcinados, sin una cláusula de retorno al pasado que apague para siempre sus engreídos rayos.



A solas con el invierno de mi vida, en la lúgubre habitación de las noches que me quedan por quemar, mis párpados se cierran a la realidad… y la mente también. Los sueños y las ilusiones prenden en el silencio del olvido, pero basta un susurro de tus labios para avivar mis deseos más carnales, viejos incendios que nunca sofocaron su sed en tu manantial de nieve.

Las lumbres de mi agonía iluminan el cielo con una pirotecnia de azules, rojos y amarillos, disparando mis lamentos hacia las alturas de la nada, chispas que vuelan como flechas sin retorno. Y de mis pulmones salen bocanadas de versos, señales de un amor que se consume a cada calada y que lanzo desesperado a las nubes, SOS que fluye por la chimenea de mis recuerdos y que se lee igual lo mires por donde lo mires… si tú lo quieres mirar.

Atrapado en tu hoguera, sin salida, me siento a esperar a la muerte, perdidos mis ojos en el infinito de tus llamas, imaginando tu sonrisa en cada lengua de fuego. Y ardo en deseos de abrazar tu cuerpo incandescente por primera y última vez, y quiero extinguirme fundiéndome en tu piel, desintegrándome entre tus caricias, dejándote un rastro inconfundible, mi corazón tatuado a fuego.

domingo, 23 de enero de 2011

Sueños perdidos en el desierto






















Pueblo sin tierra,
tierra sin pueblo,
el futuro siempre se cierra,
corazones sin resuello.

Sueños perdidos en el desierto,
demasiada sangre derramada,
pesadilla que les ahoga despiertos,
tantas vidas aniquiladas.

Un gigante reloj de arena
en el Sáhara marca la hora
de olvidar para siempre su pena,
la libertad que el pueblo añora.

En los libros se lee la solución,
porque la cultura es incruenta arma
que empuñarán en su rebelión
niñas y niños, héroes del mañana.

No te olvides de sus ojos,
siente muy cerca sus latidos,
no pienses que ya lo harán otros,
abre tu alma a este pueblo herido.

Las letras entonan la despedida,
pero no es un adiós a la causa,
el Sáhara clama por su libertad perdida,
la solidaridad no tiene pausa.


jueves, 20 de enero de 2011

Tus redes






















Un amor de verano fue mi regalo, mi gratitud a tu generoso corazón que limpió mis heridas, a esa inocente sonrisa que encontré siendo un extraño, a esos besos electrónicos por ti lanzados que nunca llegarían a mis labios. Necesitaba soñar... como si esas simples letras de locura estival fuesen el presagio de lo que pudo haber sido, como si esos versos repletos de amor tuviesen finalmente algo que ver contigo, como si de esas largas horas de preguntas y respuestas fuésemos a sacar algo en claro.

La luz del día ha llamado a tu puerta y, tras hacerle esperar un poco en el rellano de tu mirada, le han abierto tus ojos. Te sientes desnuda… estás desnuda. Y tu rotundo cuerpo nada en un desconocido mar de ásperas sábanas, en una lúgubre habitación de hotel. Lejos, muy lejos de tu hogar. No, no estás sola. Un hombre yace a tu lado, también desnudo. Al verlo sonríes, con un ademán de victoria, aun sin saber si será ese príncipe eternamente buscado.

Su cuerpo enhebrado al tuyo, has puesto rumbo a un nuevo puerto en tu vida. Y tus redes, zurcidas tantas veces como desgarros sufrió tu corazón, ahora son sólo recuerdos 2.0, un álbum digital a la vista de todo el mundo, parte de la historia, de tu dura historia... Porque sólo tú sabes que, meses atrás, caliente todavía el último desengaño, te hiciste a la mar en Twitter, sin importarte por dónde navegar, guiándote únicamente por las ganas de huir. Y la mejor sonrisa pintada en tu rostro iluminó tu hermoso avatar, escondiendo el peso de los fracasos, ocultando un pasado turbulento, reduciendo a medias verdades la realidad de tus tuits.

Me juraste amor tantas veces que las letras, como yo, perdieron su sentido, cambiaron de idioma. Y cuanto más te has acercado, más lejana se ha hecho la distancia. Miles de kilómetros era estar a un paso de nuestros sueños y, hoy, tres horas son un infinito viaje a ninguna parte. Duele, duele el amor extraviado. Y matan, matan tus caricias en otra piel, deseos a mi cuerpo robados, fotografías reveladas a los cuatro vientos, historia de tus redes... y también mi triste historia.

jueves, 13 de enero de 2011

La última noche



La noche estaba a punto de despedirse... y nosotros también. El día había marcado en rojo nuestro adiós en su fatal calendario y, varios whiskys después, nuestros sedientos corazones se bebían de un trago la madrugada. Últimos momentos de manos anudadas, de risas desatadas que jugaban a esconder los nervios, de labios que me acariciaban susurrando confidencias, de miradas cómplices que en silencio lo decían todo, de besos de terciopelo en tus ardientes mejillas...

Las farolas apagaban sus luces contra el cemento como quien pisa un cigarrillo en agonía; la vida empezaba a desbordar su efervescencia por el asfalto de las calles dormidas; escapaba el alba a los últimos coletazos de una húmeda noche de verano; caminaban tortuosas dos almas noctámbulas barruntando su triste destino.

Entonces, sin mediar palabra, te colgaste de mi cuello, ebria de felicidad, sonrisa desafiante ante mis ojos que, muertos de amor, sólo leían en tu cuerpo las páginas del deseo. Mis dedos, sumergidos en tu blusa negra, acariciaron tu espalda. Te apretaste a mí en un abrazo sin fin, tus latidos haciendo temblar mi pecho, dejándose llevar mi corazón por tu onda expansiva. Y un segundo antes de que muriera la noche, se cruzaron nuestras miradas pidiendo un amanecer bajo las mismas sábanas...

Sonó lastimero el despertador de nuestros sueños zarandeando dos cuerpos desnudos, cercenando una aventura tan efímera como imposible, tocando a su fin nuestra triste canción entre lágrimas saladas y besos desbocados. Piel contra piel, sin tiempo que perder, atravesamos por última vez el túnel del placer sabiendo que al final nos aguardaba la luz del nuevo día, el primero de mi vida sin ti. Y los gemidos de deleite se tornaron gritos de maldición, y los suspiros fueron un sollozo sin consuelo, y el abrazo en el que habíamos dormido nos asfixió hasta matarnos... la última noche.

jueves, 6 de enero de 2011

Tentaciones






















Transparente y delicada, se desliza a tumba abierta por tu espalda desnuda. Mi envidia la sigue con mirada suspicaz. Sin barreras en el camino de tu piel, avanza a tientas con pasos de terciopelo regalándote caricias, dejando tras de sí un rastro invisible. Muerta de celos, mi ávida lengua se lanza tras ella… despacio, húmeda, más sensual que nunca. Y con trazo sediento absorbe la estela de placer hasta que, apretados mis labios en un beso, convierte en suspiro mortal la gota de agua que sin mi permiso profanó tu cuerpo.

Veo que tus ojos me miran con deseo... y te dejo hacer. Aletargados los míos en el reino de la oscuridad, siento que una explosión de calor se acerca, de tu mano. Y entre escalofríos mi camisa dispara botones como tú me colmas de besos, y tus uñas rasgan salvajes mi pecho como ajado malvive mi corazón por tu amor. Al tímido hervor de la sangre, acudes presta a lamer mis heridas y mi cuerpo se estremece confundido, embriagado del cóctel de escozor y placer con el que lo riegas, borracho de sueños.

La noche se ha colado en tu alcoba... y yo con ella. En la penumbra, tu respiración dueña del silencio, suena un arrullo de ir y venir de olas en calma. Como si yo fuese la tormenta que se avecina, tu mar se pone bravo y gime cada vez que va al fatal encuentro con las rocas. Entonces, loco por tus cantos de sirena, me acerco con sigilo a la orilla de tu cama. Y descubro, iluminados por el paso de una estrella fugaz, los destellos plateados de tus marmóreos pechos, dunas de miel que rítmicamente se elevan y descienden a cada segundo, montañas rusas donde enloquecen mis dedos curiosos, blancas colinas que quieren hollar mis labios.

Alertados tal vez de mi lasciva presencia, tus pezones se abren ante mis ojos como pétalos de hierro, dispuestos a una defensa heroica, como puntas de flecha que apuntan al intruso en la noche. Superior a mí, continúas cimbreándote entre las sombras de tórridas fantasías, entre jadeos intermitentes, bañada en los efluvios de tu sexo abierto. Caer de ropas al suelo, me despojo también de mis prejuicios y, ya totalmente desarmado, a ti me entrego desnudo como botín de guerra. Haces de mi torso la diana de tus pechos y hago de tu cuerpo una prolongación del mío hasta que encuentro la puerta de tus sueños, la última de nuestras tentaciones.