jueves, 27 de enero de 2011

Fuego

Enrojecen mis ojos por el humo de tus palabras, la resignación de otro día sin ti me quema por dentro. Clavo mi mirada en el fuego, cara a cara, absorto, sin tiempo ni medida, sin nada más que hacer que vigilar el pasto de tus llamas, sin nada más que oír que el crepitar de mi corazón reducido a cenizas, sólo para ver cómo mi amor por ti arde entre hojas muertas y madera vieja.

Llagas son los caminos que trazan mis lágrimas en su discurrir huidizo y cobarde, burda ilusión de alivio con la que combatir la quemazón del alma, espejismo que se esfuma en el corrosivo tintinear de las gotas socavando aún más mi pena. Y mientras mi rostro es mar, el sol que alumbró tus noches arde hoy en la hoguera de su soberbia, sin un seguro de incendios que restaure los besos calcinados, sin una cláusula de retorno al pasado que apague para siempre sus engreídos rayos.



A solas con el invierno de mi vida, en la lúgubre habitación de las noches que me quedan por quemar, mis párpados se cierran a la realidad… y la mente también. Los sueños y las ilusiones prenden en el silencio del olvido, pero basta un susurro de tus labios para avivar mis deseos más carnales, viejos incendios que nunca sofocaron su sed en tu manantial de nieve.

Las lumbres de mi agonía iluminan el cielo con una pirotecnia de azules, rojos y amarillos, disparando mis lamentos hacia las alturas de la nada, chispas que vuelan como flechas sin retorno. Y de mis pulmones salen bocanadas de versos, señales de un amor que se consume a cada calada y que lanzo desesperado a las nubes, SOS que fluye por la chimenea de mis recuerdos y que se lee igual lo mires por donde lo mires… si tú lo quieres mirar.

Atrapado en tu hoguera, sin salida, me siento a esperar a la muerte, perdidos mis ojos en el infinito de tus llamas, imaginando tu sonrisa en cada lengua de fuego. Y ardo en deseos de abrazar tu cuerpo incandescente por primera y última vez, y quiero extinguirme fundiéndome en tu piel, desintegrándome entre tus caricias, dejándote un rastro inconfundible, mi corazón tatuado a fuego.

domingo, 23 de enero de 2011

Sueños perdidos en el desierto






















Pueblo sin tierra,
tierra sin pueblo,
el futuro siempre se cierra,
corazones sin resuello.

Sueños perdidos en el desierto,
demasiada sangre derramada,
pesadilla que les ahoga despiertos,
tantas vidas aniquiladas.

Un gigante reloj de arena
en el Sáhara marca la hora
de olvidar para siempre su pena,
la libertad que el pueblo añora.

En los libros se lee la solución,
porque la cultura es incruenta arma
que empuñarán en su rebelión
niñas y niños, héroes del mañana.

No te olvides de sus ojos,
siente muy cerca sus latidos,
no pienses que ya lo harán otros,
abre tu alma a este pueblo herido.

Las letras entonan la despedida,
pero no es un adiós a la causa,
el Sáhara clama por su libertad perdida,
la solidaridad no tiene pausa.


jueves, 20 de enero de 2011

Tus redes






















Un amor de verano fue mi regalo, mi gratitud a tu generoso corazón que limpió mis heridas, a esa inocente sonrisa que encontré siendo un extraño, a esos besos electrónicos por ti lanzados que nunca llegarían a mis labios. Necesitaba soñar... como si esas simples letras de locura estival fuesen el presagio de lo que pudo haber sido, como si esos versos repletos de amor tuviesen finalmente algo que ver contigo, como si de esas largas horas de preguntas y respuestas fuésemos a sacar algo en claro.

La luz del día ha llamado a tu puerta y, tras hacerle esperar un poco en el rellano de tu mirada, le han abierto tus ojos. Te sientes desnuda… estás desnuda. Y tu rotundo cuerpo nada en un desconocido mar de ásperas sábanas, en una lúgubre habitación de hotel. Lejos, muy lejos de tu hogar. No, no estás sola. Un hombre yace a tu lado, también desnudo. Al verlo sonríes, con un ademán de victoria, aun sin saber si será ese príncipe eternamente buscado.

Su cuerpo enhebrado al tuyo, has puesto rumbo a un nuevo puerto en tu vida. Y tus redes, zurcidas tantas veces como desgarros sufrió tu corazón, ahora son sólo recuerdos 2.0, un álbum digital a la vista de todo el mundo, parte de la historia, de tu dura historia... Porque sólo tú sabes que, meses atrás, caliente todavía el último desengaño, te hiciste a la mar en Twitter, sin importarte por dónde navegar, guiándote únicamente por las ganas de huir. Y la mejor sonrisa pintada en tu rostro iluminó tu hermoso avatar, escondiendo el peso de los fracasos, ocultando un pasado turbulento, reduciendo a medias verdades la realidad de tus tuits.

Me juraste amor tantas veces que las letras, como yo, perdieron su sentido, cambiaron de idioma. Y cuanto más te has acercado, más lejana se ha hecho la distancia. Miles de kilómetros era estar a un paso de nuestros sueños y, hoy, tres horas son un infinito viaje a ninguna parte. Duele, duele el amor extraviado. Y matan, matan tus caricias en otra piel, deseos a mi cuerpo robados, fotografías reveladas a los cuatro vientos, historia de tus redes... y también mi triste historia.

jueves, 13 de enero de 2011

La última noche



La noche estaba a punto de despedirse... y nosotros también. El día había marcado en rojo nuestro adiós en su fatal calendario y, varios whiskys después, nuestros sedientos corazones se bebían de un trago la madrugada. Últimos momentos de manos anudadas, de risas desatadas que jugaban a esconder los nervios, de labios que me acariciaban susurrando confidencias, de miradas cómplices que en silencio lo decían todo, de besos de terciopelo en tus ardientes mejillas...

Las farolas apagaban sus luces contra el cemento como quien pisa un cigarrillo en agonía; la vida empezaba a desbordar su efervescencia por el asfalto de las calles dormidas; escapaba el alba a los últimos coletazos de una húmeda noche de verano; caminaban tortuosas dos almas noctámbulas barruntando su triste destino.

Entonces, sin mediar palabra, te colgaste de mi cuello, ebria de felicidad, sonrisa desafiante ante mis ojos que, muertos de amor, sólo leían en tu cuerpo las páginas del deseo. Mis dedos, sumergidos en tu blusa negra, acariciaron tu espalda. Te apretaste a mí en un abrazo sin fin, tus latidos haciendo temblar mi pecho, dejándose llevar mi corazón por tu onda expansiva. Y un segundo antes de que muriera la noche, se cruzaron nuestras miradas pidiendo un amanecer bajo las mismas sábanas...

Sonó lastimero el despertador de nuestros sueños zarandeando dos cuerpos desnudos, cercenando una aventura tan efímera como imposible, tocando a su fin nuestra triste canción entre lágrimas saladas y besos desbocados. Piel contra piel, sin tiempo que perder, atravesamos por última vez el túnel del placer sabiendo que al final nos aguardaba la luz del nuevo día, el primero de mi vida sin ti. Y los gemidos de deleite se tornaron gritos de maldición, y los suspiros fueron un sollozo sin consuelo, y el abrazo en el que habíamos dormido nos asfixió hasta matarnos... la última noche.

jueves, 6 de enero de 2011

Tentaciones






















Transparente y delicada, se desliza a tumba abierta por tu espalda desnuda. Mi envidia la sigue con mirada suspicaz. Sin barreras en el camino de tu piel, avanza a tientas con pasos de terciopelo regalándote caricias, dejando tras de sí un rastro invisible. Muerta de celos, mi ávida lengua se lanza tras ella… despacio, húmeda, más sensual que nunca. Y con trazo sediento absorbe la estela de placer hasta que, apretados mis labios en un beso, convierte en suspiro mortal la gota de agua que sin mi permiso profanó tu cuerpo.

Veo que tus ojos me miran con deseo... y te dejo hacer. Aletargados los míos en el reino de la oscuridad, siento que una explosión de calor se acerca, de tu mano. Y entre escalofríos mi camisa dispara botones como tú me colmas de besos, y tus uñas rasgan salvajes mi pecho como ajado malvive mi corazón por tu amor. Al tímido hervor de la sangre, acudes presta a lamer mis heridas y mi cuerpo se estremece confundido, embriagado del cóctel de escozor y placer con el que lo riegas, borracho de sueños.

La noche se ha colado en tu alcoba... y yo con ella. En la penumbra, tu respiración dueña del silencio, suena un arrullo de ir y venir de olas en calma. Como si yo fuese la tormenta que se avecina, tu mar se pone bravo y gime cada vez que va al fatal encuentro con las rocas. Entonces, loco por tus cantos de sirena, me acerco con sigilo a la orilla de tu cama. Y descubro, iluminados por el paso de una estrella fugaz, los destellos plateados de tus marmóreos pechos, dunas de miel que rítmicamente se elevan y descienden a cada segundo, montañas rusas donde enloquecen mis dedos curiosos, blancas colinas que quieren hollar mis labios.

Alertados tal vez de mi lasciva presencia, tus pezones se abren ante mis ojos como pétalos de hierro, dispuestos a una defensa heroica, como puntas de flecha que apuntan al intruso en la noche. Superior a mí, continúas cimbreándote entre las sombras de tórridas fantasías, entre jadeos intermitentes, bañada en los efluvios de tu sexo abierto. Caer de ropas al suelo, me despojo también de mis prejuicios y, ya totalmente desarmado, a ti me entrego desnudo como botín de guerra. Haces de mi torso la diana de tus pechos y hago de tu cuerpo una prolongación del mío hasta que encuentro la puerta de tus sueños, la última de nuestras tentaciones.