jueves, 24 de marzo de 2011

Días de poesía

















Se ha abierto la tierra, sin pudor, enseñando con violencia sus rojas y crudas carnes, mostrando que sólo es un frágil montón de huesos que apenas se sostiene. Y en su imaginado viaje verniano, ha emergido una bestia de fauces fieras y acolmilladas, tan invisible como voraz, y se lo ha tragado todo, como si fuese una planta carnívora y los humanos, entre desgarrados gritos de dolor desbocado, su único sustento.

La muerte se desparrama con exceso, sin aviso previo, allanando ese oriental remanso de paz, decapitando sonrisas, destrozando corazones, matando amores nacientes, arruinando sueños. En una mano otra fría mano, helada como el alma, sin habla, sin respiración, muerta. Y así son cientos, y son miles... insignificantes como nuestra propia vida.

Se mueve, se mueve la tierra bajo nuestros pies. Se levanta arisca y salvaje, destrozándolo todo en su cruel baile, abriendo tumbas de muerte a cada paso, sin la sombra serena de los cipreses, sin flores que adornen su efímera espera. Y el sol se esconde avergonzado, sus rasgados ojos en llamas, sofocado su calor por la ola de destrucción, hundido para siempre en un ciego eclipse.

Días de destrucción... y días de poesía, porque la vida, recuperada del golpe, quiere seguir viviendo. Y los llantos son ahora lágrimas de alegría fundidas en abrazos eternos, y los ojos se clavan con desesperación en un horizonte mejor, y hasta el mar, arma de destrucción masiva, juega a columpiar las olas como si no hubiese pasado nada. Y amanece, amanece cada día, y parece que el tiempo huye hacia delante, horrorizado por su pasado, esperanzado con su futuro.

Versos que cantan sin grandeza, amores que sólo aman el presente, con locura. Días de poesía... de rimas floreciendo en los jardines japoneses, de rojos atardeceres tumbados sobre la arena, de labios que se devoran a cada segundo, de cuerpos que se unen de nuevo con placer, de recuerdos de muerte que quieren caer en el olvido.

jueves, 17 de marzo de 2011

Mis pequeñas vidas

Late mi corazón en trocitos... como una orquesta en mil violines partida, como la fragancia de una rosa rota en cada uno de sus presuntuosos pétalos, como un puzzle siempre inacabado que se resiste a unir sus díscolas piezas, como si mil corazones cupiesen en uno solo.

Y se va la vida viviendo sin freno, sintiendo en la piel, sufriendo en las carnes, muriendo en el alma. Y muere la muerte en cada amor exangüe, porque el hilillo vital del último aliento es otra vida, porque siempre hay luz al final del túnel, porque cada día que amanece es otra historia, porque en mi corazón también cabes tú, y tú, y tú.



De mis versos adolescentes en tus labios leídos, de tu primer beso en mi mejilla tatuado, de mis sonrojos encendidos por tu hermosa sonrisa, de tus miradas que en el suelo dejaban mis ojos clavados, de los primeros incendios en mi alma... pequeños latidos archivados en mi corazón.

Pero el amor venía cargado de lágrimas, como las nubes que emborronan un azul cielo. Y cada fracaso silbaba una nueva canción. Otra vez tú, otra tú... al otro lado de mis anhelos, en el fondo de una noche de whisky, imán de mis deseos magnéticos, al otro lado del espejo... otra vez tú, pero otra tú, de mi corazón huésped.

Y vuelta a empezar, y vuelta a terminar... entre llantos y alegrías, entre profundos besos y puños cerrados, entre ataques de celos y pasiones desbordadas. Toda la vida amando a todos los amores de mi vida. Pequeñas vidas que siguen con vida, trocitos de ti que laten en la oscuridad de mi corazón, rimas compuestas que aguardan un poema en el que escribirse.

jueves, 10 de marzo de 2011

Salto al vacío















Descalzo, sobre el terciopelo de hierba recién cortada... caminar hacia la nada nunca fue tan llevadero. Manos vacías, mirada extraviada, larga es la senda y desolador el destino. Cada paso es un beso en el recuerdo; cada metro, un abrazo hueco. El tiempo huye de mi vida a cada segundo que pasa... sin ti, sin la miel de tus ojos posada en mi rostro, sin el temblor de tu cuerpo bajo el mío, sin ti.

Después de tanto vagar por el rumbo del olvido, veo que la noche ya descansa en las cunetas, abrazada a la luna llena, haciendo el amor bajo la manta negra que les ha tendido el cielo. Y yo, la respiración contenida, el corazón sin compás, sin meter ruido ni nadie que me llame, me acurruco al lado de su lecho de estrellas… para sentir sus orgasmos en la piel de mi deseo, para llenar de envidia mi alma sola, para cerrar mis ojos a tu querer esquivo.

Quema, quema el sol al amanecer, como si quisiera tomarse la justicia por su mano lanzando rayos de ira, castigando con el fuego de sus celos a los cuerpos del delito, abrasando con su odio a los amantes nocturnos, gritando a la luz del día su amor de luna imposible. Pero ya no queda nada, no hay rastro del lunático adulterio. Y con la vida menguante en mis alforjas me pongo de nuevo en camino, sin prisa, sin pausa, sin remedio.

Hipnotizado por vanas ilusiones, encantado por cantos de sirena, rotos mis oídos por los ecos que simulan tu dulce voz, la locura me acerca hacia el abismo. Quietos por fin mis pies al borde del último paso, electrizado mi cuerpo por el vértigo, la atracción de llegar al final se hace irresistible... Y salto, salto al vacío de mi corazón, desnudando mi alma de tus despojos, arrastrando tus vagos recuerdos en mi caída libre, olvidándote en mi veloz encuentro con el precipicio, estrellando para siempre contra el suelo mi amor por ti.

jueves, 3 de marzo de 2011

Tweet sin suerte



El tiempo devora mis tweets... y ya no hay vuelta atrás. Segundos, minutos y horas que, con ansias de caníbal, consumen sin dejar rastro esos caracteres que quizá algún día fueran míos. Y el hoy es un ayer nunca vivido, un futuro que ni se sueña, un compendio de intenciones tan buenas como irreales, un negro puñado de letras que ni siquiera llegan a la virtualidad, un guiño de mentira.

Agazapado, bajo el chaparrón de mensajes que atronan, me acerco al ‘timeline’ sin hacer ruido, sin esperar que me esperes. Son los tweets parpadeos de neón que ciegan mi visión, y cada trino es un sobresalto que lanza mi corazón en caída libre, sin que la red de redes evite su golpe mortal. Otra vez siento la sacudida, y mis temblorosos dedos vuelan del teclado a mis ojos, sin querer ver más... dejando a oscuras el camino hacia tus besos.

Son tus tweets besos que enroscaría en los míos, y a cada mensaje que saliera de tu deseada boca mis labios se morderían sangrando onomatopeyas indescifrables, símbolos inconexos que escriben mi vergüenza, confusión de dígitos en la que mi amor es un cero a la izquierda. Nada que contar y cuentos de nada, leyendas que surcan un cielo inexistente entre nubes de humo, cartas de pasión que vuelan hacia ti a bordo de pájaros muertos, versos emborronados por mis lágrimas que nunca leerás.

Y mientras muero sin morir en mí, tu avatar de cabellos rojos galopa en la noche de mis sueños, desafiando al más allá con la alegría del tranco largo, invitándome a montar en su silla de oro, echando freno a su huída, dejando en mi alma un tweet… sin suerte. Amanezco a la luz de la pantalla, a la realidad del PC que, ajeno a mis males de amor, sigue vomitando frases hostiles, cantos de sirena precedidos de arrobas que no son la tuya. Y lloro, lloro el ansiado ‘tequiero’ que sólo tuiteas en mi imaginación... un tweet sin vida y sin suerte.