viernes, 27 de abril de 2012

Oriente en tus ojos











Tienes los ojos rasgados y la mirada limpia, y en el mundo de los sueños ves la vida de otro color porque duermes enfundada en tu sonrisa. Abrazada a los claroscuros de la madrugada, te abandonas a inconfesables fantasías nocturnas y, cruel envidia que me corroe, aflora en tu rostro una mueca de satisfacción eterna. Amor, hay amor en ti, amor sin mí.

Los primeros rayos del sol acarician tu tez morena, pintada en tierras lejanas donde la felicidad se derrocha en cada mirada. Enredado en el contraluz del alba, brilla tu cabello negro como el tizón, pero juegas a seguir entre sueños, dejándote querer, matándome en cada suspiro del que sólo soy testigo.

Nada había visto tan hermoso como el amanecer en tus ojos, cálido oriente que alumbra la única vida en la que todo tiene sentido, bandada de flechas de amor que iluminan cada nido en el que se posa tu inocente mirada, alborada que me ciega y a la vez delata mi contemplación furtiva.

Y tengo celos de la luz del día, indiscreto espejo que me priva de ser único dueño del reflejo de tu deseado cuerpo, cristal que ansío ver hecho añicos o cubierto para siempre por el negro manto de la noche.

viernes, 20 de abril de 2012

Nubes negras





















Todo se mueve a mi alrededor, como si nada hubiese pasado. Permanezco hierático, una eterna bruma vendando mis ojos, clavados mis pies en los charcos del lamento, petrificados mis labios en el susurro inmortal de tu nombre, abiertos mis brazos al vacío de tu ausencia…

La vida sigue, no hay tiempo que perder. Apenas unos segundos de tregua para enterrar los amores rotos y, casi sin aliento, vuelta al tren de la huida a ninguna parte, destino escrito que me aguarda en parajes desconocidos.

Azabache como tus ojos, el cielo se ha vestido de nubes negras y, absorto en el ir y venir de sus imperceptibles formas, creo ver tu mirada en la noche celeste, pintando a oscuras mi presente, ocultando tras su frío pestañear las estrellas que guíen mi futuro.

Nubes negras de nuevo en mi corazón, tormenta que ni cesa ni conoce calma a la que preceder, cascada inagotable de lágrimas por ti, miles de besos soñados que estrella la marea contra las rocas de tu olvido.

Nubes negras que me embelesan sin remedio y que con crudeza me matan, oscuridad eterna en la que descansan ciegos mis ojos, joyas preciosas que me tienen hipnotizado, ventana que se abre al abismo. Nubes negras, tus ojos.

Amaia Alberdi (puedes seguirle en twitter @amaialberdiola) ha seleccionado la imagen que ilustra el relato

sábado, 14 de abril de 2012

Sueño de autobús















Se deslizan violentos tus cabellos rojos por el precipicio de mi pecho aturdido. Se suspenden tus rizos desafiando al vacío con una sonrisa burlona pintada en tu rostro, tu cabeza apoyada en mi hombro, mi corazón a mil por el calor cercano de tu cuerpo no esperado.

No sé tu nombre, no he escuchado jamás tu voz, pero tus sueños descansan sobre mí y, por un momento, siento que viajo contigo en ellos, imantado mi cuerpo como está por el magnetismo de tus vibraciones, mis pulmones respirando al compás que marca el suave vaivén de tus pechos escondidos.

Mis ojos nunca se han cruzado en tu camino y tu mirada, vencida ahora en un instante de flaqueza, proyecta su neón verde sobre valles oníricos a mí vedados. Mis ojos, que nunca se han mirado en tu irisado cristal, se cierran tratando de encontrar una respuesta, suspirando como están por saber qué sueñas.

Déjame que te llame cielo y que profane tu belleza con mis miradas furtivas, la respiración contenida y la imaginación desbordada. Y déjame que, ante el más mínimo movimiento tuyo, huya perdido de sonrojo hacia las nubes que vuelan al otro lado del ventanal, estrellado en mi impía vergüenza. Pero sólo un segundo después, tu cuerpo al mío enroscado volverá a ser de nuevo dueño de mi vista, en tu blanca mejilla clavados mis ojos y en mi corazón el puñal del miedo a entrar en tu vida.

No, no recuerdes nada cuando un bache traicionero me robe tus secretos y abras los ojos a la realidad de un anodino viaje en autobús. No, no me digas nada en tu despertar, cruza tu mirada sin reparar en mí y admira el cielo sin nubes. Y no te preguntes por qué brillan a tu lado los ojos de un desconocido, ladrón que quiso ser de tu sueño.

He tomado prestada esta preciosa foto del flickr de gemma.amor

domingo, 1 de abril de 2012

El alma cansada y otros versos

A veces, la vida nos trae regalos inesperados que nos permiten viajar hacia tiempos pasados. Sólo así se explica que haya encontrado una cuartilla con dos poemas escritos allá por 1987. Más que poemas yo les llamaría versos caóticos, sin rima ni medida, sin orden ni título que dé sentido a sentimientos brotados desde el corazón a borbotones.

Nada de lo que almaceno en este blog tiene más valor que el de mi propia confesión cada vez que aporreo las teclas. Por tanto, con la libertad de quien nada espera ni nada quiere, más allá de compartir la pasión del amor y del desamor, me he permitido reproducir en esta entrada los dos viejos poemas. Sólo les he puesto un título, lo demás salió así.

El alma cansada

El rocío limpia mis ojos,
frescura que trae la mañana,
ventanas de par en par,
las de mi alma cansada.

Tenía el alma cansada,
vieja por el largo caminar
hacia una isla sin mar,
hacia un oasis sin agua.

Mis pies se movían
bajo un sol de amargura
tras un bello espejismo
hacia una meta infinita.

Mi alma estaba cansada
de tanto jugar a perder,
de tanto sufrir,
de no ver la luz del día,
de no oír el canto de la libertad,
de no respirar ...

Erraba vagabundo
sin estrella,
sin norte,
sin vida,
sin nada.


















Luz de salvación

Sensación que regresa,
que me llena de nuevo.
Inquietud que vuelve,
que turba mi calma.

Vida respiro,
vida vivo;
corazón que late,
que bulle encendido.

Llama otra vez,
viene,
regresa, vuelve,
es, está.

Amor, has querido
traerme la llama,
eterno faro
que guía mi nave.

Luz de salvación
en mi nublada noche
de mis brumosas dudas,
de mi impertérrita indecisión.

Claridad,
candidez que abre mi ceguera.
Alba que despierta
de mi pesadilla;
mi corazón,
mi sentimiento.