jueves, 25 de noviembre de 2010

En silencio



Encerrado en mí mismo, empapada mi alma de nostalgia, ciego de tristeza, haciendo oídos sordos a tus cantos de sirena... sólo los débiles latidos de mi agónico corazón me acompañan. Y, desnudo en la fría noche de mi amor, vivo apagándome, poco a poco, sin pulso, sin ruido.

Déjame que enferme de soledad y que muera por no haber querido vivir. No, por favor, no quiero que tu sonrisa seque mis lágrimas, déjalas que sigan alimentando ese inmenso océano que nos separa. Y permite que mis penas se ahoguen en el oleaje de tu infinito olvido... mascando la tragedia, resignadas a su suerte, sin auxilio.

Y no, no llames a mi puerta. No estoy. Búscame en el camposanto de los poetas tristes, al pie de los cipreses, oculto entre las malas hierbas, sepultado sin flores ni grandilocuentes epitafios en mayúsculas, condenado al ostracismo de una vida eterna. Y si me encuentras, no soportaría plegarias ni sollozos, ni leer en tus sensuales labios los crueles ‘tequieros’ que me han enterrado en vida.

Duele, duele mi amor por ti, duele tanto que ya no siento nada. Y cada día sin tu presencia es una puñalada criminal, un disparo seco en el pecho de mi desgarrada existencia. Más la herida tantas veces horadada ya no tiene sangre que derramar... salvaje hemorragia que reventó los diques de mis sueños, charcos de indiferencia en los que yace exánime mi corazón, sin querer, sin resuello.

Traen los vientos el susurro de tu aliento y los rayos del sol posan en mis labios el recuerdo de tus cálidos besos, pero mis ojos se cierran en la niebla que me envuelve... Y callo, callo porque ya no soy dueño de mis palabras, callo porque mis versos me hieren hasta la muerte, callo porque son mudas las rimas de mis poemas. Perdona, perdona mi silencio, en silencio.

jueves, 18 de noviembre de 2010

La casa de los besos

A veces los recuerdos desaparecen y se quedan a vivir para siempre en el olvido. Sedientas arenas movedizas que se beben hasta la última gota de aquellas tardes de amor, olas gigantes que sepultan nuestros sentimientos bajo montones de indiferencia, fuegos extinguidos que renuncian a avivar sus llamas evitando el roce de miradas, cuerpos ahora extraños que antes la pasión inquebrantable esculpió unidos.

Mis besos trepaban por tu cuerpo como una enredadera escalando al cielo. Y la estela marcada por mis labios en tu piel era camino para mis manos traviesas, que en su ir y venir nervioso desvelaban a la noche tus bellas formas. Entonces, bañadas en el mar blanco de la luna, eran faro para mis deseos que en incansable travesía soñaban con arribar a tu ensenada. Y una vez allí, amarrado a tu corazón, moriría cada día de mi vida flotando en la ingravidez del amor.


En la fría oscuridad del invierno, abrazados en una combustión de hielo y fuego, recorrimos nuestros cuerpos a las puertas de esa casa abandonada, guarecidos en el inmenso portal de las estrellas, las luces de la carretera apocadas por el filtro de un castaño de ramas desnudas. Y en la soledad de la madrugada, tus labios escarcha en los míos, mi cuerpo volcán en el tuyo, aprendimos a amarnos.

Y de aquella morada sin dueño fuimos 'okupas', casa de los besos donde nuestros labios se sellaron por vez primera, solar desamparado que fue patio de juegos clandestinos, jardín prohibido en el que florecieron tu sexo y el mío regados por el deseo.

Arrugas en la cara y en el alma, mis ojos viajan al pasado para imaginarte en mis brazos. Y donde hubo delirio apenas si quedan unos remotos rescoldos del recuerdo, y de nuestro refugio secreto nada queda en pie, derribadas las paredes, demolidos nuestros sentimientos, un océano de asfalto en la pradera en la que rodaban anudados nuestros cuerpos. Y de la casa ya no queda nada… y de tus besos tampoco.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Los sueños rotos





















Hay sueños que de tanto soñarlos,
se alejan para siempre de la realidad,
quiebran el corazón sin piedad
y en el alma estallan en pedazos.

Por los aires saltan las ilusiones
como mueren las olas del mar
que hastiadas de sin rumbo navegar
a espuma reducen sus pasiones.

Y de bruces contra la escollera
amores imposibles añicos se hacen,
en las piedras del destino se esparcen
y de los besos apenas la estela queda.

Se rompen, se rompen los sueños
y su fractura aflora sentimientos mutilados,
congela ardientes deseos anhelados
y de lágrimas cala todos los huesos.

Almas destrozadas vagan por la playa
buscando una burbuja de supervivencia
que de los sueños rotos de impotencia
como un hilillo de luz escapado haya.

Y entre las tinieblas del abismo nace
un nuevo quebradero para el corazón
pues vivir no sabe sin la emoción
de enamorado seguir en sus trece.

jueves, 4 de noviembre de 2010

La mano asesina


A manos llenas, ignorando los peligros de lo inexplorado, el último beso escrito en un final de rutina, abrumado por tu generosidad, tu nombre era una flor en mis temblorosos labios… así recogí tu amor. Ya era verano en mis tardes de mayo, el sol no cabía de gozo en el azul del cielo, cada noche se estrellaba en la hermosa luna y mi corazón, ay mi corazón, sufría de placer en el tiovivo de tu pasión.

Sin oír la música de tu voz, sin conocer tu adorable rostro, sin sentir el calor de tu piel en la mía, sin apagar mi tristeza en tu sonrisa de colores, sin advertir en mis ojos la miel de tu mirada… así recogí tu amor. Y cosidas nuestras manos, cercanos en la brutal distancia, emprendimos travesía hacia la locura infinita. En la orilla de un océano de palabras, bañadas en los vaivenes de olas de ‘tequieros’, nuestras vidas se desnudaron por completo. Y tus besos arrancaron rimas de mis labios, y mis brazos abrigaron la desnudez de tu cuerpo rotundo, y tus pechos se estremecieron acariciados por mis dedos… y cada madrugada nos amamos como si no fuésemos a ver la luz de otro día.

Pero un día abrí la mano… y nuestro sueño se desparramó entre mis dedos y desapareció como los charcos que se evaporan bajo un sol inclemente, como las gotas de lluvia que nunca besarán la tierra, como el agua que no remonta el río, como las lágrimas que mis labios desearían borrar de tus ojos.

Pero un día abrí la mano… y nuestra ilusión batió sus alas y se difuminó entre las nubes como el pájaro que no regresa al nido, como la mariposa que se pierde en la inmensidad de un bosque de girasoles marchitos, como el globo que escapa de la custodia de un niño, como el cohete que se desintegra en su atrevido camino hacia el espacio.

Así perdí tu amor… con la mano abierta que temerosa te despidió sin tiempo a decirte hola, con la mano abierta que inconscientemente te empujó hacia otros brazos, con la mano abierta que cerró para siempre tu boca llena de versos, con la mano abierta que debajo de su palma escondía la daga que aniquiló a nuestros corazones. Mano asesina.