jueves, 28 de abril de 2011

Olas sin luna



Las olas se han cansado de mirar al cielo cada noche. Van y vienen tristes y, sin hacer ruido, tragándose su espuma, se rompen en mil pedazos y su amargura se desvanece para siempre junto a su cuerpo frágil. Y es que el mar ya no brilla como antes y las olas, otrora favoritas de su inmensidad, apenas si son saltos de lágrimas que, resignadamente, se dejan llevar hacia el abrazo mortal de la nada.

Sin luna, sin luna se mecen las olas en un patético baile de tristeza. Y la escena recuerda a tangos imposibles que rescatan pasiones del olvido, que lloran en cada nota una canción inconsolable, que se abrazan a la frialdad de la piel rota por el desamor. Luna, luna que cada noche cubriste mi desnudez con el fulgor de tus baños de plata, luna que en la oscuridad de tu ausencia me has ocultado para siempre.

Mueren las olas en la playa, pero su morir es como una declaración de amor porque mueren besando. Sí, las olas mueren y dejan la arena perdida de besos... como el amante que devora el carmín de unos labios antes de abandonar el ardiente lecho, como mis manos locas de deseo amasan un rastro de caricias en tu cuerpo desnudo barruntando la despedida, como el alma que me atormenta cada día con sus quejidos antes de que se la lleve el diablo.

Sin luna, sin luna las olas galopan dementes hacia el vacío. Y su locura es el destino fatal que les aguarda tras ahogarse en su propia zozobra. Entonces, locas de atar, se revuelven en sus crestas, dejan escapar el último aliento de sus besos moribundos y se sumen en una desesperación irracional hasta que se las lleva la marea. Luna, luna que cada madrugada me abriste la puerta del mundo de los sueños, luna que encerrado me tienes en la cárcel de las pesadillas.

Silban las olas la canción de la muerte y mi corazón, en la orilla de la playa, espera el momento de recoger los besos extraviados… caracolas que salieron de tu sensual boca, rizos de espuma que mis dedos ensortijaron entre tus dorados cabellos, tatuaje de luna que en tu blanca piel anheló recorrer mi lengua descarada. Olas, olas sin luna.

jueves, 14 de abril de 2011

El túnel

















Recorro con mis dedos la pared húmeda y fría… sin descanso, sin esperanza también. No veo nada, nadie me ve. Y a tientas, las yemas hechas sangre de tanto acariciar las aristas del desamor, mi corazón se hiela en la gélida oscuridad de otro día vacío... de tanto buscarte, de nunca encontrarte.

Acostumbrada a una vida de ceguera, donde siempre es noche cerrada y las estrellas brillan por tu ausencia, mi alma tiene los ojos pequeños... y se deja deslumbrar fácilmente por tus lejanos recuerdos. Destellos de bengalas fugaces, imperceptibles, inexistentes tal vez, iluminan el túnel del olvido en el que me consumo, en el que mi amor desorientado se arrastra sin resuello, en el que mis labios sólo besan la nada que yace en el suelo.

Me he resignado a soñar en la morada de los amores imposibles, donde las causas perdidas me engañan con tu hermosa sonrisa y el aliento de tus susurros es el aire que respiro, donde tu calor en mi piel nunca sentido abriga mi desnudez, donde tus manos pasean por mi huérfano pecho como flechas sin rumbo…

Y donde el día es siempre noche y la humedad es la piel de mis huesos, y donde sólo el eco, irónico en su afonía, responde a mis preguntas con más interrogantes… ahí. Ahí entre tus recuerdos malvivo, ahí espero que la luz de tus ojos me guíe, ahí voy muriendo sin que tú lo sepas.

No. No me preguntes quién soy, como yo tampoco sé quién eres ya. Quien avivó tu pasión ahora se quema en la hoguera de su inútil vanidad, quien a la luz de la luna encandiló mis versos empequeñece en mi corazón... tú, siempre y nunca tú, amor que no atraviesa el túnel.

viernes, 1 de abril de 2011

Escrito en los trenes



Hay trenes que no llevan a ninguna parte... quizá voy en uno de ellos, sin rumbo, sin destino. No lo sé, no importa, no elijo yo. De la realidad sólo soy un testigo mudo, maniatadas mis manos por un futuro ya escrito, escrito en los trenes. Y pegado a la ventana, asisto al paso del tiempo, dejo la vida pasar... buscando un ‘nosequé’, esperando que algo suceda, anhelando ese día en el que, por fin, mi corazón se estremezca ante tus ojos.

Cae la noche y corren veloces los raíles, en dirección contraria. Y se estrellan una y otra vez contra mi mirada perdida, perdiéndose en la nebulosa de mi alma extraviada, el brillo de tu sonrisa soñada reflejado en el cielo, cruel ironía. Y entre los ecos de tu voz nunca escuchada, me parece oír el dulce quejido de los caminos de hierro... como el suspiro arrancado de tus labios en un beso, como la canción que escribe tu amor en mi piel, como el silencio de tus cálidos abrazos en la inhóspita oscuridad de mi viaje a la nada.

En pos de mi destino rebusco en los agujereados bolsillos de mi corazón. Y se abren mis cicatrices a cada recuerdo, la memoria de tus versos se descose y te apagas en mí, como las vías férreas mueren al llegar a tierra de nadie, sin una estación que las ampare, sin un toque de campana que las reciba, sin un trajín de viajeros que las imagine caminando hacia otra aventura.

Me cuentan que la vida sólo me ha comprado billete de ida... y devoro las paradas sin saber si de verdad existes, y mis pies se cansan de patear cada ciudad siguiendo tu rastro, y mi alma se encoge cuando el crepúsculo le llueve sus penas. Entonces, en la soledad infinita del vagón de mis días, tu luz se acomoda en el asiento contiguo. Y sobre el lívido rostro de mi tristeza proyecta fugaces imágenes de paisajes que pasan a toda velocidad... como pasa la vida, rauda y nerviosa, a bordo de los trenes que nunca cogimos, dejando ver a lo lejos la estela de la oportunidad perdida.

Se rinden mis ojos en la noche, rotos de tanto mirar al cielo, ciegos de tanto buscar tu estrella. Y mi cuerpo se deja mecer por el traqueteo del tren, como si del tuyo estuviese debajo, enhebrado a fuego en tu deseada piel, dibujando juntos cada curva de un destino escrito en los trenes.