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Brillan tus ojos cuando se encuentran con los míos y, no sin querer, proyectan una nube de inmensa felicidad que todo lo envuelve. Acostumbrado al resplandor de tus hermosos faros, hechos mis ojos a tu luz deslumbrante, juego a zambullirme en el fondo azul cristalino desde el que me observas como quien se lanza al mar desde lo alto del acantilado. A ciegas, el corazón abierto hasta más no poder, el amor a flor de piel, arrojo el alma por la borda de mi vida y, sin pensar en otra cosa, sueño con un amanecer entre tus brazos.
Abro mis ojos a la luz del día y, sobre mi cabeza, veo al cielo correr. Me pregunto a dónde irá, por qué se mueve, de qué o de quién escapa. Es posible que tenga envidia del mar, eterno espejo de sus dudas, y busque olas donde no las hay para agitar su celestial remanso. Tal vez, entonces, se inventa tormentas llenas de negros nubarrones que hacen la competencia a las violentas mareas que todo lo arrasan y que dejan las playas podridas de restos. Pero quizás todo es una invención mía, otra más… como la sonrisa que pintas en mi rostro, como el temblor de mi cuerpo cuando te acercas, como los frenéticos latidos de mi corazón cuando te siento.
Estés o no estés, cada día sigo mirando al cielo. Y advierto que no ceja en su incesante carrera, y que en su loco correr hasta las nubes se lleva por delante. Algodón en inocentes manos, arcilla fresca en el torno del alfarero, las etéreas masas se dejan moldear y toman figuras irreconocibles que levitan allá arriba, sin dejar de moverse, hasta desaparecer de mi incrédula vista. ¿Qué pasará con ellas? ¿Qué será de mí que vivo para siempre en tu nube? Porque me muevo a tu son, porque soy una caricia entre tus dedos, porque te dejo hacer, porque…
Lo mejor del amor es la nube… palabras para mí escritas que llueven desde el recuerdo, que emanan de un periodista de los de antes. Mago que hacía literatura urbana, arquitecto que edificaba poemas repletos de adoquines y losetas, fuente de inspiración de la que brotaban poesía y prosa a borbotones, de la que bebí hasta emborracharme. Iturri.