viernes, 16 de julio de 2010

Mis viajes a la luna

Preparé el equipaje. Cuidadosamente. El ritual de siempre. Nada debía quedar al azar. En el espejo comprobé mi rostro limpio, lleno de tu luz, la mirada adormecida, el alma despierta. El agua del grifo me refrescó y, gotas resbalando por mis mejillas, suspiré por salir cuanto antes a la noche para recibir la bofetada de la brisa helada, para rasgar mi piel con tus puñales de plata, para sentir la cruel distancia que nos separa.

En la maleta, como siempre, tu retrato marchito, el eterno frasquito de lágrimas para el olvido y mi corazón herido de amor. Y nada más….y nada menos. Pasaporte en regla, sellado mil y una veces por las estrellas, rasgué mi camisa blanca y, a pecho descubierto, emprendí el viaje a nuestra bendita locura.

Antes de ascender los primeros peldaños de las nubes, me di la vuelta para mirar al crepúsculo. Desafiantes, mis ojos se clavaron en sus últimos estertores con desazón, con rabia, con angustia….y con la inútil esperanza de esos lunáticos que creen ver más allá de la terca realidad. Aguanté como pude el combate visual, enrojecidas mis pupilas por la ira del astro sin trono, en llamas mis quimeras por las flechas ardientes de sus celos, cegado mi camino por su mano de mil rayos.


Cerré los ojos y respiré hondo….como si fuese la última vez. En silencio. Silencio sólo quebrado por mis acelerados latidos, por mi deseo a flor de piel, por los suspiros de una vida que vive en la penumbra. Acunándome en tus fantasías estaba cuando una luz negra lo llenó todo y perdí la consciencia. Ya no era yo. O sí. Ya era mi verdadero yo, un alma errante que encuentra su razón de ser en los caminos de los sueños, un cuerpo que a la luz del día muere y se consume a cada segundo que pasa.

Acostumbrada mi ceguera a la negritud, fui recobrando poco a poco la vista en cada estrella encendida, en cada baliza lumínica que me conducía irremediablemente hacia tu amor. Entonces, vi la luz y me detuve un momento, extasiado, recreándome en tu plena y redonda albura. Tan cerca ahora, tan lejos siempre.

Excitado como nunca, me despojé por completo de los ropajes del fracaso y me dejé caer en los brazos de tu diurna noche. Cálida luz de plata sobre mi vulnerable desnudez, placer de caricias metálicas en cada poro de mi piel, besos incandescentes que queman mis labios, dulce de leche que tu insaciable lengua derrama y absorbe en cada centímetro de deseo. Explosión de amor que dispara los sentidos, que hace saltar fuegos artificiales de tu boca a la mía, que cada noche es un eclipse entre tú y yo.

Muerto de éxtasis, quedé inerte en tu lecho de cuerpos celestes mientras, mi amada, lo alumbrabas todo con tu sonrisa y colgabas en mi pechera una estrella fugaz, tan fugaz como nuestros oníricos encuentros. Recobrado el pulso, la alborada posó sus leves alas sobre mis párpados invitándome a emprender el retorno. Una vez más, abrir los ojos al nuevo día fue llorar tu ausencia, gritar otro amanecer sin tus besos plateados, despertar del sueño imposible.

Hoja de ruta en blanco, regresé a la realidad que me atormenta, a nuestra separación medida en miles de kilómetros infinitos. Y maldije al sol de julio por su largo reinado deseando la llegada de su ocaso para, una noche más, transportarme en la oscuridad de mis sueños hacia ti, mi luna.

8 comentarios:

Mertxe Beriain dijo...

Ay la luna,la luna...Comparto contigo una poesía mía,igual que has hecho con tu relato.

¿Quién pudiera como ella,
a la vez despierta y quieta,
acunar entre sus brazos
el amor apasionado
de una joven pareja
que a su luz se ama?
¿ Quién sin candil,
lucero,
fuego,
pudiera iluminar la faz de la tierra?
Quién sino ella...
¿Y suspirar en silencio
las horas amargas,
que llora callada
la melancólica madrugada?
¿ Y hablar al viento,
acariciar al agua´
mimar al cielo?
Quién sino ella...
la madre del bosque,
la cuna del niño,
el nido del pájaro.
Quién sino ella...
la dulce doncella
de cabello plateado
reina de la noche
ninfa del firmamento.
Quién sino ella...la luna.
Mertxe_ Beriain

Juana dijo...

Me pregunto si es posible que se encuentren .... Día-Noche, Sol y Luna .... tal vez en el Crepúsculo se integren ....
¡Que bonito relato!

Jesteruki dijo...

¿Es posible enamorarse de un astro, de un satélite? Pues sí, con esta flecha has clavado nuestros corazones en LA LUNA. Te nombro Cupido honorario.
Nos seguimos siguiendo y nos seguimos leyendo.
Saludos tuiteros, abrazos blogueros.

Utopia dijo...

Acabo de descubrirte y confieso que me ha encantado tu relato. Describes a la perfección ese ambiente onírico que envuelve toda la historia.
Pásate por mi blog si tienes tiempo, yo no llevo mucho por aquí.

Pablo Roncal dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Todo un lujo Mertxe que aportes tu poesía sobre la luna .... parece que hemos dicho todo de un tema, pero siempre hay puntos de vista y perspectivas diferentes. Para cuándo un blog?

Cierto Juana y Ester ... qué tiene la luna que nos enamora? Tal vez, que siempre está ahí cuando nos morimos de soledad .... tal vez, recurrimos a ella para preguntarnos muchas cosas .... no renunciemos nunca a ello.

Utopía...sólo te digo que cada día que escribo es una historia ... no sé cómo lo hice ayer ni cómo lo haré mañana ... bien o mal, soy yo... estoy en tu blog.

Gracias

TaTiaNa dijo...

Muy bello!! Me gustó la palabra "negritud" me recordó algo ke escribí hace tiempo, su título era "Una puerta en la nochietud". Muchas gracias por compartir =)

TatianaOm

Anónimo dijo...

Hermosa declaración de amor a la Luna, amiga fiel que siempre nos consuela en las noches en que el amor y sus demonios no dejan conciliar el sueño.

Excelente, esperando por más.
Rima Hachem @rhh19

Archer dijo...

Muchas gracias, Rima ... por tus bonitas palabras ... que vienen a completar mis sentimientos.

Gracias, un beso.