
No entiendo mis propias palabras. Parece como si quisieran ocultarme algo. Hablan de amor y de pasión, de noches a la luz de la luna inventando rimas para ganarme tus besos, de fríos amaneceres que hielan mis esperanzas de encontrarte, de profundos sentimientos que el paso del tiempo ha borrado.
Sufro leyendo mis versos escritos en el olvido. Mis ojos llenos de dudas, se echa la oscuridad sobre las palabras… palabras que sobre el papel trazaron el vuelo de las flechas que partieron de mi corazón, palabras sin sentido que hoy carecen de significado en otros labios a los que viajan mis nuevos besos.
Vuelvo a las amarillentas cuartillas en un cajón encerradas y aquella prosa entre lágrimas destilada es ahora una copla hueca, un inhóspito paraje en el que los amores pasados van a dar con sus huesos rotos, un limbo fantasmal en el que purgan su inocencia miles de antiguos ‘tequieros’.
No me reconozco en el viejo espejo de mis relatos… como el asesino que regresa al lugar del crimen observando incrédulo sus manos todavía ensangrentadas, como el agorero reniega de sus malditos presagios que de dolor impregnaron el destino, como la tormenta que mira para otro lado después de arrasarlo todo.