jueves, 18 de febrero de 2010

El secreto




La mirada perdida en el ir y venir de las olas. De repente, se gira hacia la playa en busca de lo que más quiere. No viene. Gorro y guantes rojos, delgadez al abrigo de un chubasquero azul, vaqueros cortados por unas botas altas, ojos al suelo y sonrisa nerviosa. Sí, es ella otra vez. Debió ser hermosa en su juventud, es hermosa ahora también.

Le saludo, como todos los jueves, mientras los primeros rayos de sol alumbran el día. Ella sólo asiente con un ligero movimiento de cabeza. No me espera a mí. Unos metros más tarde, me vuelvo para observarla. Garabatea con la punta de su bota algo en la arena y, entre trazo y trazo, levanta los ojos hacia el malecón. No viene todavía. Con una mano enreda y desenreda los rizos plateados que asoman al amanecer.

Juego a imaginar cómo es su vida. Quizá acaba de dar un beso a su marido que marcha al trabajo, o ha dejado a sus hijos ya mayores con el desayuno en la mesa mientras decía que se iba a comprar el pan o, por qué no, no había nadie en casa a quien ocultar su secreto. Sea como fuere, allí está en la playa, un día más, esperando a su amor. Ahora llega.

Se le iluminan los ojos, tiembla su cuerpecillo con ilusión adolescente, ya le ha visto a lo lejos. Barba blanca radiante, tez morena, paso eléctrico y manos huesudas y arrugadas que se posan en las de ella a la par que recorre su mejilla con un beso. Y mirada hacia la playa, por si alguien les ha visto. Amor furtivo. Cada mañana. Un beso y un paseo. Y otro beso. Las manos son una mientras el viento se lleva las palabras. Un día y otro. Amor a destiempo, tardío ... amor verdadero. En secreto.

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